El cambio climático genera más competidores en el negocio hortofrutícola

El calor está cambiando el mapa europeo del comercio de frutas y hortalizas y acortando las distancias entre el productor y el consumidor final. El incremento de las temperaturas, como el que se ha registrado durante este invierno en gran parte de Europa, tiene ya efectos contrastados en la cadena agroalimentaria que pueden explicar en gran medida las reiteradas crisis de bajos precios en origen que vienen sufriendo los agricultores españoles.

El cambio climático genera más competidores en el negocio hortofrutícola

El profesor Juan Carlos Pérez Mesa, del departamento de Economía y Empresa de la Universidad de Almería, establece una relación directa entre el calor y el aumento de competidores europeos a los que se enfrentan las frutas y hortalizas del sureste español, como puso de manifiesto durante la jornada “Grandes tendencias mundiales en el comercio agroalimentario”, organizada por la Fundación Mediterránea en colaboración con la Cátedra Cajamar de Economía y Agroalimentación.

Según Pérez Mesa, aumenta cada invierno en las estanterías de los supermercados europeos el número de lugares de origen diferentes de donde proceden las frutas y verduras frescas. Zonas productoras como Almería, que tradicionalmente han dominado la cadena europea de suministro durante los meses más fríos del año, van perdiendo fuerza al surgir nuevas zonas de producción hortofrutícola en el centro de Europa. “Inviernos más suaves reducen el gasto energético en calefacción y hacen más rentable cultivar en zonas frías en las mismas fechas en que la oferta de Almería o Murcia prácticamente era la única que podía encontrarse en los supermercados europeos”, explica Pérez Mesa, quien vaticina que en los próximos años un agricultor holandés verá reducidos sus costes de producción, que se acercarán peligrosamente a los de un productor del sur de España. Si a la reducción de costes, a consecuencia de un menor consumo energético, se añade que la ruta de transporte es más corta, se obtiene fácilmente la nefasta ecuación que explica la galopante pérdida de competitividad que sufren las frutas y hortalizas del sureste español en los mercados europeos, cada vez más colapsados.

Se impone lo local

El estudio realizado por este experto de la Universidad de Almería confirma el nacimiento de una nueva tendencia comercial que se basa en las cadenas cortas de suministro y en la venta de productos locales, algo impensable hasta hace unos años cuando eran normales los inviernos con muy bajas temperaturas. Aunque la fiebre por las frutas y verduras “locales” se asociaba inicialmente a minoristas especializados, el amor por el producto local es una moda que también ha llegado con todo su empuje a grandes cadenas de supermercados, especialmente en Alemania, Reino Unido y Francia. La estrategia comercial, en este caso, prima al producto local que se vende más caro y que se asocia a una mayor calidad, al mismo tiempo que se ponen todos los medios para que el consumidor perciba peor el producto fresco procedente de un origen más alejado y sobre el que pesan algunos condicionantes ambientales que son negativos, como un mayor número de emisiones de CO2 a consecuencia de la distancia recorrida para su transporte desde el lugar donde fue cultivado hasta el punto de venta final al consumidor. “De hecho, las grandes cadenas fomentan la distribución de producto local porque salen directamente beneficiadas al simplificar la logística enormemente”, añade el profesor Pérez Mesa.

La atomización de la producción hortofrutícola en el continente europeo comienza a ser una realidad incluso en Rusia, que aspira a producir verduras frescas durante el invierno sin tener que recurrir a las importaciones. En el caso de Rusia, más que por el cambio climático, el desarrollo de una agricultura intensiva invernal responde a una clara oportunidad de negocio para ciertos grandes inversores que aspiran a convertirse en proveedores locales y en impulsores de cadenas cortas de comercialización para el mercado con mayor número de consumidores potenciales de todo el viejo continente.

El ejemplo más significativo se encuentra en la región rusa de Belgorod, que comienza a ser conocida como la Holanda de Rusia, con casi medio centenar de hectáreas de modernos invernaderos de cristal actualmente en producción. Las previsiones oficiales apuntan a un horizonte de 500 hectáreas de invernaderos en cultivo antes de 2020, con las que poder atender la demanda de varios millones de consumidores.

Precisamente, el veto ruso a las importaciones de frutas y hortalizas europeas es otro de los factores que ayudan a explicar los bajos precios en origen en zonas como Almería. El cierre del mercado ruso ha provocado que las comercializadoras españolas intenten vender en el mercado europeo la producción que antes se destinaba a los consumidores soviéticos.

Las negativas consecuencias del veto ruso en la renta de los productores europeos ha disparado la señal de alerta en Bruselas, donde recientemente el presidente del COPA-Cogeca ha reclamado al comisario europeo de Agricultura, Phil Hogan, ayuda urgente para que la PAC ofrezca herramientas de gestión de mercado que permitan mantener la rentabilidad de los productores europeos. “Si al veto ruso le añadimos que el calor también ha disparado este invierno las producciones en el norte de África y el hecho de que todo lo que Turquía vendía antes en Rusia ahora se vende en Europa no es de extrañar ese lógico aumento de competidores que está cambiando para siempre las reglas del juego en el comercio hortofrutícola intracomunitario”, explica el profesor Pérez Mesa.

Falta planificación

El aumento de competidores a consecuencia, entre otros factores, del cambio climático, pone de relieve el problema de la falta de planificación en origen. Los bajos precios que vienen sufriendo durante esta campaña en Almería la mayoría de los cultivos de invernadero se intentan compensar activando las retiradas de producto que subvenciona Bruselas. Sin embargo, los bajos precios de retirada han provocado que el sector agrícola del sureste español reclame a las autoridades comunitarias un incremento urgente de las ayudas por retirada para paliar el problema a corto plazo. Así las cosas, la falta de planificación sigue siendo la gran asignatura pendiente.

Por ejemplo, en zonas como Almería cada año aumenta la superficie de cultivo bajo plástico, al mismo tiempo que se incrementa continuamente la productividad por metro cuadrado, lo que explica que el volumen de producción hortofrutícola del campo almeriense bata un nuevo récord cada año. En un contexto comercial cada vez más competitivo y dominado por la ancestral ley de la oferta y la demanda, el sureste español produce cada año más kilos condenados a venderse por debajo del coste de producción o a ser directamente destruidos antes de llegar a la cadena comercial.

 

 

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