Optimización de la fertilización del viñedo

Son muchos los factores de la producción vitícola que inciden en la nutrición de la vid, y por tanto que han de considerarse a la hora de fijar estrategias de abonado. Tales factores condicionan su desarrollo radicular (distribución y densidad de las raíces), y en gran medida su capacidad de absorción, así como su productividad, y por tanto sus requerimientos nutricionales. Estos y otros aspectos relacionados con la nutrición de la vid se analizan en este artículo.

Optimización de la fertilización del viñedo

Enrique García-Escudero Domínguez e Ignacio Martín Rueda. Instituto de Ciencias de la Vid y del Vino (ICVV) –Gobierno de La Rioja, CSIC y Universidad de La Rioja–. Servicio de Investigación Vitivinícola de La Rioja.

Por una parte, la climatología imperante en un determinado entorno vitícola permite una mayor o menor disponibilidad de elementos, con una estimulación de la absorción en años con aportaciones más generosas de agua. Por otro lado, las características del suelo juegan un papel importante a través de características tales como su profundidad, sus propiedades físicas (textura y estructura), la fertilidad en sentido amplio o propiedades químicas como el pH.

Regiones vitícolas de reconocido prestigio se han desarrollado en suelos de reacción ácida, si bien conviviendo con una problemática asociada a tal condición: disminución de la actividad biológica, ralentización de la evolución de la materia orgánica, fitotoxicidad por Al, Mn o Cu (disponibilidad excesiva), bloqueo de P (por Al), menor disponibilidad de Ca y Mg como consecuencia de la ausencia de carbonatos, e incluso toxicidad de B y Zn.

Asimismo, factores como la variedad y/o el portainjerto determinan la nutrición mediante su expresión de producción y vigor de la cepa, por la diferente capacidad de acumulación y translocación de elementos minerales que presentan las variedades o por la absorción selectiva de los mismos por parte de los patrones habitualmente utilizados en el cultivo de la vid.

Así las cosas, la variedad Tempranillo manifiesta con respecto a otras variedades, como Garnacha tinta, una importante capacidad de translocación de K, que vendría a justificar de algún modo los elevados niveles de este elemento presentes en sus vinos. En este contexto, portainjertos como R-110 absorben mejor el K que por ejemplo el 41B o 140-Ru.

Por su parte, conviene llamar la atención sobre la influencia de factores culturales en la nutrición, y especialmente las técnicas de mantenimiento del suelo (laboreo y cubiertas vegetales determinan un sistema radicular más profundo que la aplicación de herbicidas), la utilización y modalidad del riego, la conducción del viñedo en sentido amplio (carga, vegetación anual o densidad de plantación) y por supuesto, la fertilización en sí misma.

A la complejidad de situaciones que dificultan el abonado del viñedo, cabe añadir su condición generalizada como cultivo de secano, que limita la expresión de las estrategias de abonado adoptadas.

Por otra parte, como cultivo leñoso es capaz de acumular en sus partes vivaces reservas de elementos minerales, cuya redistribución juega un papel muy importante en el balance nutricional, sobre todo en dos fases del ciclo: el inicio de crecimiento (especialmente para N) y durante la maduración.

Asimismo, la vid es capaz de desarrollar un potente sistema radicular mientras no encuentre un límite mecánico o químico en el perfil del suelo, circunstancia que aumenta su capacidad de exploración y explotación del suelo, aprovechando el acceso a una nutrición mineral difícil de valorar. Finalmente, el abonado de la vid se ha visto influido por cuestiones asociadas a la tradición, al empirismo y a la moda que no hacen más que complicar la tarea que nos ocupa.

Con este panorama, es frecuente que los viticultores hayan caído en la tentación de abandonar la práctica del abonado, básicamente por ausencia de respuesta en sentido amplio. No obstante, tenemos que manifestar nuestra oposición a tal postura, pues si bien cuesta observar problemas asociados a la nutrición, cuando éstos aparecen son difíciles de erradicar. Por tanto, debemos apostar por una idea de fertilización regular y moderada del viñedo, huyendo en su caso de aportes masivos y/o discontinuos a lo largo de la vida de la plantación, con claras repercusiones negativas para la calidad, la economía de la explotación y el medio ambiente.

 

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