Gestión sostenible de la fertilización del olivar

Un nutriente debe aplicarse únicamente cuando haya pruebas de que es necesario para asegurar un crecimiento y una producción normal y cuando se espere, en consecuencia, una respuesta económica al tratamiento. En este artículo se sientan las bases para la elaboración de un plan anual de abonado racional en el cultivo del olivo.

Gestión sostenible de la fertilización del olivar

Ricardo Fernández-Escobar. Departamento de Agronomía. Unidad de Excelencia María de Maeztu (DAUCO). Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica y de Montes. Universidad de Córdoba.

En un estudio reciente sobre el impacto ambiental asociado a las prácticas culturales en el olivar, los autores compararon diversos sistemas de cultivo: tradicionales, intensivos y en alta densidad o superintensivos y las prácticas de cultivo asociados con ellos (Romero-Gámez et al., 2017). Como ca­bría esperar, el impacto ambiental difería según el sistema de cultivo, pero la fertilización resultó ser, con claridad, la práctica que más contribuye a dicho impacto con independencia del sistema de cultivo em­pleado. Los autores concluyen que la optimización de la fertilización debe ser prioritaria para optimizar el cultivo del olivo desde un punto de vista ambiental y sostenible.

Si bien este estudio resalta el efecto negativo de la fertilización en relación con las otras prácticas de cultivo, en estudios propiamente nutricionales ya se ha­bía puesto en evidencia que el uso incorrecto de fertilizantes tenía un efecto negativo, tanto en el medio ambiente como en el árbol y en la calidad de la cosecha (Fernández-Escobar, 2017).

Para una gestión sostenible de la fertilización hay que considerar algunas cuestiones. En primer lugar, es evidente que el olivo, como cualquier otra planta del planeta, requiere nutrientes para completar su ciclo vital. Se denominan elementos esenciales y son diecisiete, de los cuales tres de ellos: carbono, hidrógeno y oxígeno son elementos no minerales y entre los tres representan más del 90% del peso seco de un olivo. Es así porque son los constituyentes de los hidratos de carbono, que las plantas sintetizan al combinar el agua de lluvia o de riego con el CO2 atmosférico y la luz, en un proceso denominado fo­tosíntesis.

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