La amenaza de los grandes carnívoros en el medio rural. Por Michèle Boudoin

Por Michèle Boudoin. Presidenta del Grupo de Trabajo “Ovinos” del COPA-Cogeca

La amenaza de los grandes carnívoros en el medio rural. Por Michèle Boudoin

Por Michèle Boudoin. Presidenta del Grupo de Trabajo “Ovinos” del COPA-Cogeca

Antecedentes

El tema de los grandes carnívoros y de los daños que provocan a los medios de subsistencia de los agricultores ha dado pie a debates políticos desde la primera vez que un depredador apareciera ante un ganadero.

Sin embargo, pese a los esfuerzos de los ganaderos y las medidas adoptadas por  la  Administración  pública  en  los  países  de  la  Unión  Europea  afectados,  el  estatus  de protección estricta del que gozan los carnívoros vuelve ineficaces e insuficientes las medidas que se  han  tomado  con  el  fin  de  garantizar  una  coexistencia  en  armonía  entre  los  humanos  y  los depredadores salvajes.

Esta semana la Comisión de Agricultura del Parlamento Europeo incluyó este tema, una vez más, en su orden del día para profundizar en la cuestión. Con ello, yo espero que ocurra un cambio  de  verdad  y  que  se  pongan  de  manifiesto  los  devastadores  daños  causados  por  los grandes carnívoros en perjuicio del bienestar de las personas y los animales domésticos, así como la amenaza constante que esos grandes carnívoros representan para nuestra población rural.

Tal  y  como  se  observa,  el  crecimiento desenfrenado de las poblaciones de  especies de  grandes carnívoros en Europea trae consigo la recolonización de las zonas rurales, e incluso urbanas, por parte de tales especies. Prueba de ello es la presencia de lobos, osos e incluso linces en lugares donde  no  se  les  veía  desde  hace  décadas,  o  nunca  antes  siquiera.

Los  perros,  las  ovejas,  los terneros,  los  ponis  y  los  humanos  son  víctimas  de  ataques  incontrolados  que  provocan  desde rasguños hasta la muerte en muchos casos. En Francia, tan solo en el año 2020 la población de lobos  en  el territorio nacional  acabó con la vida de 9.872 animales, principalmente  ovejas. En Rumanía, entre 2018 y 2021, los osos han matado a casi una treintena de personas.

Las  estadísticas  que  aquí  se  presentan  no  incluyen  a todos  los  países  europeos afectados ni  a todas las especies de grandes carnívoros que provocan daños, pero nos ayuda a visualizar la magnitud  de  este  problema  en  Europa.  Estos  datos  son  algunas  de  las  cifras  relevantes transmitidas  por  las  Administraciones  nacionales  y  que  nos  pueden  ayudar  a  comprender  el alcance y la evolución de esta cuestión.

Los costes

El  coste  para  los  contribuyentes  europeos  asciende  a  28, 5 M€  al  año  en concepto de compensaciones por los daños provocados a los animales, a los bienes materiales y a la  infraestructura  local. El  coste medio  anual  por  depredador  entre  2005  y  2013 fue  de  2.400 euros en el caso del lobo y de 1.800 en el caso del oso. Si sumamos a ello el coste de las medidas de mitigación impuestas a los agricultores, silvicultores y habitantes de las zonas rurales en el contexto de su vida diaria, el programa LIFE constó 88 M€ desde su creación, más los 36 millones adicionales que se han prometido destinar a otras medidas.

No obstante, el verdadero coste de este problema no es de índole económica, sino psicológica, por los efectos que puede causar a las personas y a los animales domésticos. Desde  los  casos  de  heridas  hasta  los  abortos,  pasando  por  la  disminución  de  la fertilidad  y  la pérdida íntegra de los rebaños, los  ganaderos padecen diversos daños psicológicos.

Los perros pastores para proteger  al  rebaño, financiados parcialmente  con fondos de la Unión Europea, a menudo acaban heridos o muertos a causa de la intensidad física del ataque de un depredador.

Ante un episodio semejante, un ganadero tiene que soportar la pérdida de su rebaño, la pérdida de sus ingresos, el incremento de los costes de la mano de obra y del material, además de tener que financiar con fondos propios el 20% de las medidas de protección adoptadas. A esto se le añade la presión psicológica de estar constantemente en vilo por el próximo ataque que ocurrirá, sin saber si el rebaño sobrevivirá al cabo de la noche.

Algunos ganaderos se han acostumbrado a pasar la noche en un saco de dormir junto a sus rebaños, alejados de sus familias y de sus casas, con la intención de proteger así su medio de subsistencia.

Por  su parte, los habitantes de las  zonas rurales  viven  con  el  sentimiento de que el pueblo que conocen desde siempre o en el que han decidido residir ya no es un lugar seguro. Y los senderistas o turistas se sienten todavía más en peligro al pasear por un paraje natural, en el que hace cinco años quizás no había ni depredadores y donde ahora son numerosos y peligrosos.

La ineficacia de las medidas de protección

Permítanme  enumerar  algunas  de  las  medidas  que  la  Comisión  Europea  presenta  como  la solución  que  hará  posible  la  “coexistencia  en  armonía”  entre  los  depredadores  y  sus  presas: vallas  de  protección,  perros  de  protección  de  rebaños,  dispositivos  para  ahuyentar  con  ruidos, establos para el ganado y vigilancia.

Sin embargo, estas medidas no resultan eficaces para frenar los  crecientes  ataques, ni  su  ferocidad.  Las  zonas  más  protegidas  son  aquéllas  en  las  que  los depredadores ejercen una mayor presión. En efecto, los depredadores logran pasar por encima o por debajo de los cercados; se acostumbran a los ruidos fuertes, que forman parte de sus rituales de ataque, y los edificios de las granjas se convierten en un espacio confinado del que las presas no pueden escapar.

Además, en las zonas que los grandes carnívoros van recolonizando, los depredadores pocas veces sienten miedo de los humanos, debido a su falta de contacto con ellos o al  temor  por  los  asentamientos  urbanos,  por  lo  que  los  dispositivos  para  espantarlos  no  les afectan realmente.

La inacción de la UE en este ámbito  supone una grave violación del bienestar de los animales. Pareciera  que  se  considerara  superfluo  el  ganado  y  fuera  normal  que  sufriera  para  que  las especies  salvajes  puedan  sobrevivir.  Si  bien  al  principio  la  disminución  de  las  especies depredadoras era un factor de preocupación, hoy en día, al no limitarse los ataques, el hecho de que haya comida a su libre disposición hace que estas poblaciones crezcan exponencialmente y de forma incontrolada.

Por mi propia experiencia como agricultora y ganadera en Francia, sé que el “Plan francés para la gestión  del  lobo” y  estas  medidas,  ya  sean  preventivas  o  financieras,  carecen  de  eficacia  y resultan,  en  general,  peligrosas  para  los  humanos  y  los  animales  domésticos  de  nuestros territorios  rurales.

No obstante, no  se trata únicamente de un problema francés,  sino  europeo, que  conlleva  medidas  y  restricciones  a  escala europea  y  que,  por  consiguiente,  necesita  una solución  europea.

Los  fondos  para  proteger  a  las  zonas  rurales  de  los  grandes  carnívoros  no deberían provenir de la PAC, ni del bolsillo de los ganaderos. Si la  sociedad  civil y la Comisión desean que los lobos, los osos y los linces campen a sus anchas que utilicen otros fondos, pero no los de  agricultura,  ya que los  agricultores no pueden  ser los únicos  en  sufrir las  consecuencias financieras. 

Cada  año  se  retiran fondos del presupuesto de la PAC para poner  en marcha  esas medidas  que  no  logran  su  objetivo  y  lo  único  que  hacen  es  privar  a  los  agricultores  de financiación que podrían aprovechar para fines económicos más importantes.

Soluciones concretas para el futuro

La Directiva de Hábitats prevé la posibilidad de conceder excepciones en casos particulares de  necesidad por razones geográficas, lo cual permite gestionar las poblaciones y garantizar una convivencia en armonía en lugares como Letonia, como es el caso con su población de linces.

Sin embargo, estas excepciones son muy escasas y su concesión puede ser muy compleja, en función del país. A  la  luz  de  este auténtico  peligro  en  nuestros  territorios  rurales,  es  el  momento  de conceder excepciones que devuelvan el control y la seguridad a los habitantes de estas zonas.

Asimismo,  para  garantizar  una  solución  a  largo  plazo  y  realista  al  problema  de  la explosión demográfica y territorial de las poblaciones de grandes carnívoros en el campo, es indispensable modificar los anexos de la Directiva sobre Hábitats, con el fin de garantizar una mejor gestión  de determinadas especies, cuya población es estable y está en buen estado, a favor del bienestar de las personas y de la Naturaleza.

En la actualidad, grandes carnívoros como el lobo, el oso y el lince pertenecen a la categoría de especies  “estrictamente  protegidas”,  de  forma  que,  para  lograr  resultados  duraderos  e inmediatos,  es  necesario  ajustar  su  categoría  a  especies  “protegidas”.  La  gestión  de  estas poblaciones es la única manera de restablecer la armonía y volver a desarrollar la Naturaleza en los paisajes europeos, incluida la biodiversidad que se mantiene gracias al pastoreo que, además, forma parte del Patrimonio Mundial de la UNESCO.

En  su  origen,  esta  cuestión  tenía  una  solución  inmemorial:  la  protección  adecuada  y proporcionada  ante  los  ataques.  Sin  embargo,  se  vio  trastocada  radicalmente  por  la  Directiva sobre Hábitats,  que  data  de  hace  30  años  y  que  deja  a  las  personas  y  a  los  animales domésticos a merced de los ataques, mientras que la Comisión Europea sigue de brazos cruzados.

Gracias  a  esta  Directiva,  los  grandes  carnívoros  están  estrictamente  protegidos  desde  1992  en detrimento de la seguridad de las personas y de otros animales. La Directiva en cuestión prohíbe gestionar debidamente las poblaciones de dichos depredadores desde hace tanto tiempo que la Comisión cree casi imposible poder cambiar los límites y volver a dar preferencia a los humanos por encima de la expansión de la fauna silvestre en nuestros territorios.

Mientras tanto, surgen las siguientes preguntas:

¿Cuándo tomará medidas la Comisión para proteger a sus ganaderos, ciudadanos y animales domésticos?

¿Esperará a que ocurra el primer ataque a un habitante de una zona urbana en su propio jardín? ¿Será entonces demasiado tarde para actuar?

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