Los efectos de la pandemia sobre el sector agroganadero. Por Jaime Lamo de Espinosa

Hoy vemos el sector con problemas a corto, a medio y a largo plazo. A corto, porque ha habido un cambio en la estructura de consumo que está afectando a determinados subsectores ganaderos y también, por falta de mano de obra en la agricultura. A medio plazo, el Brexit y la nueva PAC con el posible desvío de sus fondos hacia otras finalidades más ligadas a la crisis económica generada por el coronavirus. Y a largo plazo, el riesgo de una inseguridad alimentaria mundial.

Los efectos de la pandemia sobre el sector agroganadero. Por Jaime Lamo de Espinosa

Por Jaime Lamo de Espinosa, director de Vida Rural.

Estimado lector:

Cuando leas esta Carta puede que ya haya pasado el “estado de alarma” y que los confinamientos obligatorios estén su­perados. Eso significará que el coronavirus estaría siendo más controlado por las au­toridades sanitarias y que el número de muertos habrá ido disminuyendo día a día. Aunque el presidente, en la sesión del Con­greso del pasado 9, dijo estar convencido de que en 15 días, tendría que pedir una nueva prórroga. Y así ha sido.

Desgraciadamente las consecuencias económicas de la pandemia son ya considerables. Ya anuncié en mi Carta nº 478 que estábamos ante una fuerte recesión. Mu­chos analistas creen que comparable a la de 1929. Todos ellos prevén, en sus estimaciones más prudentes, fuertes caídas del PIB y del empleo, grave endeudamiento, aumento del déficit y una muy lenta re­cuperación, dada la paralización de la ofer­ta productiva en algunos sectores y una reducción de la demanda por la caída de las rentas disponibles y el consumo. Y el FMI nos acaba de confirmar (14.4) que la economía mundial enfila otra Gran De­presión y pronostica para España una caí­da del PIB en 2020 de -8% y un crecimiento del paro que superará el 20% junto a una recuperación en 2021 más lenta que nuestro entorno europeo.

Los más afectados, por ahora, turismo, hostelería, comercio, automóvil y construcción. Y, no me cabe duda, tras la pandemia vendrá una nue­va economía que está naciendo, muy di­ferente. Pero de eso hablaremos en tiempos venideros. El sector agroganadero está ya siendo, y será, afectado, sin duda, tanto en sus ventas en el interior como en su comercio exterior. Aunque en menor pro­porción que la del resto de sectores. Pero hay algunos efectos inmediatos que me­recen algún comentario.

La pandemia, debemos destacar, ha te­nido en la España vaciada o simplemente, en la España rural, un efecto devastador. Allí ha encontrado sociedades pequeñas, acostumbradas a un alto grado de so­cialización, con muchas gentes de más de 70/80 años y un gran déficit sanitario –en hospitales, personas y equipos– y de co­mu­nicación terrestre y digital. Habrá que re­petir muchas veces que ser pocos no justifica tener menos derechos. He hablado en estas semanas con bastantes personas de diversos municipios de nuestra geografía y la descripción de todos ellos era simplemente aterradora. Segovia, Cuenca, Ciudad Real, Toledo, Teruel, etc., etc., saben bien de lo que hablo.

El olvido de décadas anteriores lo están pagando hoy con la vida de sus ciudadanos. Aun­que, en contrapartida, todo esto ha visibilizado más a la agricultura y la ganadería –ya visibles en las tractoradas de hace meses– pues ellos han hecho posible –jun­to a toda la cadena– tener un plato de co­mida delante en hogares confinados y cuando la vida se nos había parado. Gra­cias, una vez más. Y ha visibilizado la naturaleza salvaje pues jabalíes, osos, corzos, venados, etc., han inundado nuestras me­dia­nas y grandes ciudades vacías… ¿re­gre­san por lo que fue suyo?

Pero el mundo sigue. Y también la agricultura y la ganadería lo hacen, aunque en situaciones bien diferentes. Hoy vemos el sector con problemas a corto, a medio y a lar­go plazo. A corto, porque ha habido un cambio en la estructura de consumo que está afectando a determinados subsectores ganaderos y también, porque falta mano de obra en la agricultura para recoger ciertas cosechas inmediatas y la recolección no espera. Además, hay un mundo es­pecial, “muy español y muy de nuestra cultura” –aunque eso le hace odiado por aquellos a los que no les gustan ambas palabras– que es el mundo de las dehesas tau­rinas y lo que las rodea. Y a medio pla­zo, tenemos sobre nuestras cabezas el Brexit –ahora en impasse por la grave en­fermedad de Boris Johnson–, y la nueva PAC con el posible desvío de sus fondos hacia otras finalidades más ligadas a la crisis económica ge­ne­rada por el coronavirus. Y a largo plazo, el riesgo de una seguridad alimentaria mundial, en volumen, en claro peligro. Co­men­temos algo de todo esto.

El cierre de la red Horeca y los comedores colectivos ha reducido fuertemente, casi ha anulado en este tiempo, la demanda de lechales, corderos y cabritos, cochinillos, demanda muy vinculada al consumo en dichos establecimientos, a festejos de bo­das y bautizos, cerrados por el estado de alarma. Por ello, muchos ganaderos los han abandonado, los han soltado en el campo a su suerte. Y los que se venden en el mejor de los casos es a precios casi la mi­tad de los habituales en estas fechas. Y algunas empresas cárnicas ofrecen comprarlos para congelar y esperar, pero sin dar precio ni tiempo o plazos para su abo­no. Eso sí, se está trabajando para forzar su exportación a países árabes con ocasión del Ramadán y la fiesta del cordero.

Respecto a las cosechas pendientes y la falta de mano de obra para recolectar, el problema es muy grave. Faltan casi 150.000 jornaleros para esas tareas de las que depende nuestro propio abastecimiento y buena parte de nuestra exportación. También en Francia. Ya a principios de marzo, Francia llamó a los parados por el coronavirus a trabajar en la agricultura fa­cilitando las contrataciones. Dada la sensibilidad del mundo francés hacia lo rural y agrario la respuesta ha sido muy positiva.

Aquí el ministro Planas, con buen criterio, ya pidió a Trabajo a principios de abril, mo­vi­lizar parados –personas afectadas por los cierres de la hostelería, el turismo o el co­mercio– para estos fines dado el cierre de nuestras fronteras a trabajadores de otros países. Y en el Consejo de Ministros del pasado 7 de abril se aprobó el Real De­creto Ley 13/2020 para facilitar esas contrataciones de desempleados que es­tén cobrando una prestación, para participar en las cosechas de fruta y verdura.

Llegó justo a tiempo. Hay múltiples cosechas que esperan esa solución: fresas, frutos rojos, cerezas, albaricoque, melocotón, patatas, etc. Ahora falta saber la respuesta del mundo laboral español, que no es igual al francés como tampoco su sensibilidad por lo agrario y rural. Ojalá haya una reacción abundante y positiva. Pero, hasta ahora (21 de abril), según las informaciones regionales que llegan, aún quedan mi­les de puestos por cubrir y en muchas zo­nas dan por hecho que no se podrá recoger toda la cosecha por falta de temporeros, por no cumplir los requisitos, etc. Y puede que si se aprueba la “renta mínima”, esta in­vite más a la inmovilidad que al viaje ha­cia el trabajo campesino. Será un freno a la búsqueda de empleo.

Otro subsector gravemente afectado es el de las reses bravas que dan vida a tantas hectáreas de dehesas en España. La supresión de todas las grandes fiestas de España –Magdalena, Fallas, Feria de Abril, seguramente San Isidro, y así hasta El Pilar– dejarán un stock de cerca de 10.000 toros que no se lidiarán. Alguien ha dicho “El toro bravo ya está en su Palacio de Hielo”. Se calculan unas pérdidas de unos 100 millones de euros. Y esas ganaderías son una gran ayuda para fijar población en la España rural.

Y, además, el toro bravo es una especie a proteger pero no habrá toros bravos sin corridas. El matador Perera lo ha dicho claro “Si no toreo, no facturo. La ca­de­na del toreo se ha desmoronado”. Sí, si esto sigue así muchos ganaderos entrarán en bancarrota y perecerán. Los toreros no podrán vivir salvo de sus aho­rro, no tantos, y las pymes del to­reo que trabajan en las artes auxiliares –proveedores de caballos, puyas, estoques, capotes, banderillas, etc.– pueden desparecer en esta crisis profunda. Este sector merece ser auxiliado por el Estado en esta coyuntura. Y quién esto afirma no es un aficionado a las corridas, pero si un defensor de la “cultura del toro” por razones turísticas, económicas y me­dioambientales. Habrá que reconstruir este sector hoy tan dañado, casi anulado. Ese mundo es “cultura, paisaje y naturaleza”, es biodiversidad, conservémoslo. El Ministerio de Cultura debe acudir con soluciones a este problema.

Finalmente debería tratar el Brexit, la PAC y el Eurogrupo, y la seguridad alimentaria mundial, mencionados al inicio. De mo­mento olvidaré lo primero y lo último para otro día. Y respecto a la UE, sólo dos cosas: a) alegrémonos de que el Eu­ro­grupo haya aprobado una fuerte línea de financiación de 500.000 millones de euros. Como ha dicho recientemente el ex ministro García Margallo “Europa debe actuar de forma rápida, enérgica y solidaria. Nin­gún país sobrevivirá solo a esta crisis”. Y aña­do, es una lástima que en esta hora tan crucial nos falten personajes de la talla de Monnet, Mansholt, Delors, etc.

Y b) aler­tar contra la amenaza de una profunda tentación de reducir los recursos PAC en mu­chas de sus líneas y recortar así su pre­supuesto para destinarlo a nuevas prioridades, entre otras la reconstrucción de los sectores dañados por la pandemia. Como ha dicho recientemente Tomás Gar­cía Azcárate: “En la negociación de la nueva PAC ha llegado el momento de los va­lientes, con menos fondos habrá que ser más selectivo en el reparto”. En ello Es­pa­ña será siempre apoyada por Francia, Ita­lia, Portugal y Grecia. Aunque la UE se está planteando doblar su presupuesto para financiar su recuperación, elevando el techo de gasto hasta un 2% de la renta na­cional bruta, hoy es el 0,904%. Ve­re­mos, a esta batalla le queda mucho tiempo.

Recordemos a Cervantes cuando es­cri­bía hace cinco siglos: “Sábete Sancho, que todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas, porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que habiendo durado mucho el mal, el bien ya esté cerca”. Ojalá, pronto podamos decir que la borrasca y el mal terminaron, que el bien está ahí o cerca…

Un cordial saludo

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