La Reina y el Papa unidos en su lucha contra el hambre. Por Jaime Lamo de Espinosa

Su majestad la Reina fue nombrada Embajadora de la FAO el pasado 12 de junio. La Reina recibía el título y pronunciaba estas palabras: 'En un planeta donde se produce más de lo que se consume, es decir, un mundo en el que cada día tiramos comida, es inaceptable, intolerable, que 800 millones de personas padezcan hambre. Es cierto que hemos progresado. Pero hay que continuar'.

La Reina y el Papa unidos en su lucha contra el hambre. Por Jaime Lamo de Espinosa

Jaime Lamo de Espinosa. Director de Vida Rural.

Querido lector:

En las últimas semanas de junio se han producido varios acontecimientos importantes relacionados con la agricultura y el medio ambiente cuyo epicentro ha sido Roma. Por una parte la FAO se ha reunido en Conferencia General a mediados de junio y además de reelegir como director general a Graziano de Silva -por cierto casi por unanimidad, ¡enhorabuena Graziano!- éste procedió a otorgar a nuestra Reina Doña Leticia el título de Embajadora de la FAO para la Nutrición. Días más tarde, el 18 de junio, el Papa Francisco lanzaba su primera encíclica, bajo el título ‘Laudato Si’, dedicada al Planeta Tierra, al cuidado de sus recursos y al cambio climático. Previamente el Papa estuvo en la sesión de FAO antes descrita y pronunció unas palabras dignas de ser reseñadas. Vayamos por orden.

Su Majestad la Reina fue nombrada Embajadora de la FAO el pasado 12 de junio. La Reina recibía el título y pronunciaba unas palabras de entre las cuales parece obligado recoger las siguientes: ‘En un planeta donde se produce más de lo que se consume, es decir, un mundo en el que cada día tiramos comida, es inaceptable, intolerable, que 800 millones de personas padezcan hambre. Es cierto que hemos progresado.

Pero hay que continuar. Y no es, sólo, un problema de recursos, o de distribución. A estas alturas del siglo tenemos la capacidad técnica para producir alimentos saludables y suficientes para todos. Donde debemos incidir es en movilizar voluntades, sobre todo’. Y terminó diciendo ‘nuestro deber es contribuir, cada uno desde su ámbito de responsabilidad, a que esta realidad que todos conocemos cambie. Cuenten conmigo para ello como Embajadora Especial de FAO para la Nutrición’. Fue un discurso bien trabajado y excelentemente pronunciado. Causó impacto. Y es éste un papel que cuadra bien a nuestra Reina, una Reina comprometida con los pobres y con las necesidades del mundo deprimido. Lo hará muy bien, seguro.

El día anterior el Papa Francisco ante los participantes de esa 39 Conferencia pronunció unas palabras también destacables. Hay que reseñar que no es la primera vez que este u otros Papas se dirigen a la FAO. Hay numerosos ejemplos. Y personalmente tuve el honor de recibir al Su Santidad Juan Pablo II cuando en la 20 Conferencia, que tuve el honor de presidir, intervino ante los representantes de los Estados miembros con un discurso amplio, riguroso y exigente.

En esta ocasión el Papa Francisco resaltó aspectos como los siguientes: ‘Debemos responder al imperativo de que el acceso al alimento es un derecho para todos. Los derechos no permiten exclusiones’, ‘reducir los residuos es esencial, así como reflexionar sobre el uso no alimentario de los productos agrícolas, que se utilizan en grandes cantidades para la alimentación animal o para producir biocombustibles’, ‘en el sur del mundo se ha de poner la atención en la cantidad de alimentos suficientes para garantizar una población en crecimiento, en el norte, el punto central es la calidad de la nutrición y de los alimentos. Pero, tanto en la calidad como en la cantidad, pesa la situación de inseguridad determinada por el clima, por el aumento de la demanda y la incertidumbre de los precios’.

‘Intentemos, por tanto, asumir con mayor decisión el compromiso de modificar los estilos de vida, y tal vez necesitemos menos recursos’, ‘nos preocupa justamente el cambio climático, pero no podemos olvidar la especulación financiera’, ‘se olvida que, si en un país la pobreza es un problema social al que pueden darse soluciones, en otros contextos es un problema estructural y no bastan solo las políticas sociales para afrontarla. Esta actitud puede cambiar si reponemos en el corazón de las relaciones internacionales la solidaridad, trasponiéndola del vocabulario a las opciones de la política: la política del otro. Si todos los Estados miembros trabajan por el otro, los consensos para la acción de la FAO no tardarán en llegar y, más aún, se redescubrirá su función originaria, ese fiat panis que figura en su emblema’.

‘El cambio climático nos hace pensar también al desplazamiento forzado de las poblaciones y tantas tragedias humanitarias por falta de recursos, aparte del agua, que ya es objeto de conflictos, que previsiblemente aumentarán’, ‘además del agua, también el uso de los terrenos sigue siendo un problema serio. Preocupa cada vez más el acaparamiento de las tierras de cultivo por parte de empresas transnacionales y Estados, que no sólo priva a los agricultores de un bien esencial, sino que afecta directamente a la soberanía de los países’, ‘las proyecciones de la FAO dicen que para el año 2050, con 9.000 millones de personas en el planeta, la producción tiene que aumentar e incluso duplicarse. En lugar de dejarse impresionar ante los datos, modifiquemos nuestra relación de hoy con los recursos naturales, el uso del suelo; modifiquemos el consumo, sin caer en la esclavitud del consumismo; eliminemos el derroche y así venceremos el hambre’ y ‘la iglesia con sus instituciones e iniciativas camina con ustedes’, temas estos recurrentes en su pensamiento y que los encontramos en su encíclica posteriormente dada a la opinión pública aunque lleva fecha de 24 de mayo.

Una encíclica, denominada ‘Laudato Si’ que añade ‘Sobre el cuidado de la Casa común’ y que no es un texto breve sino más bien extenso en donde ha convertido la defensa del medio ambiente en el gran tema de su Pontificado. Suscitó enorme expectación y verdaderamente la merecía. La encíclica es toda una declaración de principios ecológicos donde el cambio climático constituye su línea central de reflexión. Y el título de la misma lo recoge del inicio del famoso ‘Cántico de las Criaturas’ de San Francisco de Asís, cántico que está considerado como el más primitivo texto ecológico conocido, pues data del siglo XIII. El Papa nos dice que ‘esta hermana tierra clama por el daño que le provocamos’ e invita a un ‘nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta’, alerta sobre el inmenso vertedero de deshechos y residuos -‘inmenso depósito de porquería’, escribe- en que se ha convertido nuestro planeta. Trata del agua y de la pérdida de biodiversidad, y se refiere a una ‘inquietud planetaria’ de modo dramático.

Se queja de ‘la debilidad de las reacciones’, acepta la ‘diversidad de opiniones’, examina la creación desde la óptica evangélica pero abre la discusión y ofrece la encíclica como un elemento de discusión para todas las religiones cristianas o de cualquier otra fe. Deja claro que la crisis ecológica tiene una raíz humana y formula ciertas quejas sobre la ‘globalización del paradigma tecnocrático’, hace una especial referencia a la ‘innovación biológica’ refiriéndose específicamente a los OMG de modo cauteloso pero nada vago, y pide una ‘ecología integral’ y ‘apostar por otro estilo de vida’.

El texto ha tenido efectos políticos con toda rapidez, es un ensayo serio, responsable y duro, muy duro y exigente, no es un texto cualquiera y dará mucho que hablar. Su ecologismo activo no dejará indiferente a nadie. Y como se ve no estamos ante una encíclica tradicional, centrada en lo religioso, en Dios y en la fe o en la moral, estamos ante un texto que se mueve entre la ciencia y la fe, entre el dogma y la vida real, rompe todos los esquemas del pasado, se vincula a la ciencia más que en cualquier otro momento haya podido estar y aúna la ciencia, con Dios, con la fe y con el planeta Tierra.

Algunos han llegado a escribir que incluso crea un nuevo pecado, el pecado ecológico. Pero lo cierto es que hay que elogiar al Papa por esta encíclica que rompe en mucho con el pasado y que nos alerta de los riesgos sobre el agua, la tierra, las masas forestales, el cambio climático y, en definitiva nuestra propia supervivencia. Encíclica sobre la que tendremos que volver en otras ocasiones porque el debate sobre su apasionante contenido solo ha comenzado.

Un cordial saludo

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