La gran potencia agraria y exportadora que es España. Por Jaime Lamo de Espinosa

El propio ministro Planas nos recordaba hace días (ABC.6.12.), hablando del sector que, a 30 de septiembre, España había exportado 58.200 millones de euros con un saldo favorable de 20.000 millones. ¡Todo un récord! Por eso hay que seguir el camino de hacer una España aún más agrícola y ganadera y más competitiva. Y una agricultura más intensiva basada en más regadíos más modernizados y eficientes.

La gran potencia agraria y exportadora que es España. Por Jaime Lamo de Espinosa

Por Jaime Lamo de Espinosa, director de Vida Rural.

Querido lector:

Esta es mi última carta de este pandémico año 2021 que ahora acaba. Cuando escribí la primera afirmé “comenzamos el año llenos de incertidumbres y con malas perspectivas, en principio”. E hice mención a la frase del Rey Felipe VI cuando afirmó el 20 de enero que “La ciudadanía demanda certidumbres”. Desgra­ciada­men­te hemos vivido un año lleno, sí, de incertidumbres y de nuevos problemas que se nos han ido haciendo patentes a lo largo del mismo.

Hemos mejorado en el Covid que nos atenazaba en aquellas fechas, gracias a una vacunación extensiva y ejemplar, pero cerramos bajo la amenaza de otra variante del virus, Ómicron, cuyo alcance ignoramos. Y habíamos em­pezado con una Filomena amenazante y dañina. Creíamos que íbamos a disfrutar de un año con un fuerte crecimiento del PIB y ahora la OCDE, el FMI, el Banco de España, etc., nos anuncian un cierre con un crecimiento no superior al 4,5%, muy inferior al previsto. Y la agricultura parecía que obtenía grandes resultados en la primera mitad del año, pero cierra bajo una enorme presión alcista de sus costes, de los precios de los inputs (energía, gasóleo, fertilizantes, piensos, etc.), asfixiada por esta presión que trata de trasladar al mercado final, a los alimentos. Lo que no es fácil.

Acaba así, un año complejo. Elogié al sector y los agentes de la cadena alimentaria por asegurar el abastecimiento en 2020, “Héroes anónimos” los califiqué. Pero en este 2021 hemos visto una buena cosecha de cereales, precios alcistas de estos que beneficiaron a agricultores y per­judican a ganaderos, decisiones sobre el lobo contestadas por el mundo de la ga­nadería extensiva, una cierta recuperación de las corridas de toros; hemos vivido “De la Granja a la Mesa” y “Bio­di­ver­si­dad 2030” con cierta preocupación; el mi­nistro Planas presentó su programa de Go­bierno agrario en el Senado; el personal laboral, los temporeros, han trabajado rodeados de medidas de distanciamiento y seguridad frente al Covid, hemos sufrido un tiempo la amenaza del Brexit sobre el sector hortofrutícola; hemos contemplado las elecciones estadounidenses con posturas bien diferentes de los Estados agrarios sobre sus candidatos y sus políticas…

Y, entre tanto, nos hemos hecho conscientes de que todo está cambiando, de que debemos hacernos a la idea de que estamos empezando a vivir una nueva agricultura que nace de los neo-paradigmas surgidos en las últimos años: la digitalización, el cambio climático, la sos­tenibilidad, una nueva globalización (“Aguilas frente a Dragones”, lo llama mi her­mano Emilio, gran intelectual, occidente frente a China-oriente), la biodiversidad, el hidrógeno verde, etc. Todo ello hace que haya una divergencia demográfica mundial frente a una profunda convergencia tecnológica. Y hay que estar en esta úl­tima. Lo que obligará a cambiar muchos hábitos agronómicos. Entramos en una nue­va era.

Querido lector, festejemos las Na­vidades, como debemos hacer y encaremos el nuevo año con un cierto optimismo voluntarista, no sin olvidar las muchas ta­reas que nos esperan. Tratemos de olvidar las desgracias de este año que finaliza y que las movilizaciones agrarias sean de corta duración pero de gran efecto para lograr lo que deben ser nuestros próximos objetivos:

– Esperemos que, poco a poco, el nuevo año nos abra los horizontes en materia de salud y podamos, si es po­sible, comenzar a relegar las mascarillas y evitar las precauciones de todo tipo.

– Confiemos en que la Isla de la Palma vea cómo se apaga su maldito volcán y se reconstruyen vidas y haciendas con la ayuda generosa del Estado.

– Hagamos que la nueva Ley de la Ca­de­na Alimentaria, ya aprobada, contribuya a regular precios y costes, y lleve los precios en destino a los que se co­rrespondan con los verdaderos y ciertos precios en origen, equilibrando la cadena de valor y permitiendo que las rentas agrarias se recuperen y mejoren.

– Esperemos que la nueva PAC 2023-27, cuya hoja de ruta, negociada con las diecisiete autonomías se entregará antes de Navidad en Bruselas, permita dar satisfacción a todas en pagos acoplados, en ayudas a la ganadería extensiva, etc., nos traiga efectos positivos y abandonemos nuestros temores.

– Trabajemos en la Unión Europea para lograr un nue­vo diseño de las reglas de la competencia en el comercio internacional (los aranceles a las aceitunas negras es­pañolas son ilegales, según la Organización Mundial del Comercio) y que se eviten las importaciones cu­yos productos no estén sometidos al mis­mo tipo de normas de control (la­borales, sanitarias, etc.) como las que exigimos a los nuestros (si no, veremos cómo nos castiga la huerta ma­rroquí y otras semejantes. La naranja española ya ha perdido posiciones en Estados Unidos y en la Unión Europea frente a Egipto y Sudáfrica) mediante las “clausulas espejo”.

– Forcemos a que los Fondos Next Ge­ne­ration ayuden en la evolución del sector agroalimentario.

– Razonemos para que la caza y las re­ses de lidia, y la fiesta de los toros, no se vean constreñidos por criterios que van contra la biodiversidad aunque algunos crean lo contrario (los propietarios de Cabañeros ya piden indemnizaciones por responsabilidad patrimonial dada la prohibición de cazar).

– Abordemos las conclusiones de la COP26 y su grupo de trabajo sobre el cambio climático con orden y seguridad, pues es una realidad que no puede marginarse y debemos constatar la neutralidad colectiva del sector en emisiones y absorciones, luchemos por el “zero carbono”, etc.

– Investiguemos para que se comprenda que el mundo rural y la agricultura y los bosques, la silvicultura, son grandes contribuyentes a la captación de CO2 y no tanto a su emisión y equilibran las emisiones ganaderas, no pe­na­licemos la ganadería.

– Defendamos que se aborde una nuev­a política hidrológica y de riegos –por consenso como siempre se hizo en los últimos dos siglos– que fomente la expansión de estos, crezcan las inversiones en el sector y proyectemos una visión positiva de los mismos. Queda mucha Superficie Agraria Útil por regar y es factible; me­joremos su gobernanza…

– Tratemos de que esas acciones po­tencien a su vez movimientos en favor de llenar la España vaciada con los neo-rurales (habrá que agradecer a Correos lo que está haciendo en tal sentido) merced a la digitalización del campo y que esta España y el turismo rural se encuentren mediante la conexión inteligente.

– Etcétera, etcétera.

Son muchas las tareas que quedan por hacer y que son necesarias si queremos seguir siendo la gran potencia agraria y exportadora que somos. El propio ministro Luis Planas nos recordaba hace días (ABC. 6.12.), hablando del sector que, a 30 de septiembre, España había exportado 58.200 millones de euros con un saldo favorable de 20.000 millones de euros. ¡Todo un ré­cord! Por eso hay que seguir el camino de hacer una España aún más agrícola y ganadera y más competitiva. Y una agricultura más intensiva basada en más re­gadíos más modernizados y eficientes. Lo contrario de lo que algunos pretenden, que es equilibrar la oferta y la demanda de agua, con menos demanda, menos uso, menos actividad y así no tener que ir a más inversión hidráulica para asegurar más oferta y más hectáreas… Cuidado con esta tendencia…

Terminando estas líneas aparece la primera estimación del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación sobre la Renta Agraria de 2021. Registraron valores récord la Producción Final Agraria y las producciones vegetales y pecuarias. Pero los Con­su­mos Intermedios sufrieron una notable alza del 13%, y ello redujo casi un 95% la Renta Agraria del año. Lo que esperábamos… Lo comentaremos en profundidad en el primer número del próximo año 2022.

Marcelino Oreja ha titulado su último libro como “Memoria y esperanza”, me­moria del pasado y esperanza del futuro. Así es la vida, sin duda. Vivamos, pues, ese futuro agrario con esperanza. Y desde ella deseo a todos los lectores una muy feliz Navidad y un mejor año nuevo 2022, que de verdad sea mejor, con un muy cordial abrazo.

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