La agricultura de riego, nuestra principal baza productiva. Por Jaime Lamo de Espinosa

Es muy digno de elogio que en el Consejo de Ministros celebrado el 8 de enero, previo pues a  los debates de investidura, la ministra de Agricultura, Isabel García Tejerina, haya logrado la aprobación de dieciséis planes hidrológicos –más de 65.000 folios– que afectan a doce cuencas intercomunitarias y a cuatro cuencas de ámbito exclusivamente autonómico.

La agricultura de riego, nuestra principal baza productiva. Por Jaime Lamo de Espinosa

Jaime Lamo de Espinosa. Director de Vida Rural.

Querido lector:

Empieza un nuevo año y lo hace dominado por dos hechos políticos de enorme transcendencia: la elección, ya culminada, del nuevo presidente de la Generalitat catalana, no exenta de polémica y consecuencias, y la constitución del Congreso y Senado en Madrid, con la consiguiente formación de la nueva Mesa en ambas instituciones y el anuncio del comienzo de los debates de investidura. Una investidura que, como es conocido, será un proceso largo, difícil y de imposible predicción en la hora en que escribo.

Pero con independencia de ello, la vida sigue y la vida agrícola también y nos estamos adentrando así en un nuevo año, 2016, donde las grandes referencias económicas que condicionan el comportamiento de nuestra propia economía lo hacen de modo preocupante.

La mala evolución de los datos de China, un mal comportamiento de Brasil, los conflictos en Oriente Medio, que la bolsa española haya tenido su peor arranque en muchos años, etc., no ayudan precisamente a definir un horizonte despejado. En ese contexto conviene volver la mirada hacia uno mismo, hacia dentro, para perfilar cuales son las prioridades que, siempre y en cualquier caso, será necesario poner en marcha para asegurar un buen resultado.

Pues bien, en Agricultura pienso que hoy tenemos dos prioridades indiscutibles. Una, muy nueva, que, tras la 21 Conferencia de París de la COP21, es la atención al cambio climático, sus consecuencias, las medidas que puedan adoptarse para limitar los gases de efecto invernadero y su incidencia sobre las prácticas agrícolas y ganaderas y, en segundo lugar, la regulación de nuestras aguas, de nuestras cuencas hidrológicas, pues la agricultura de riego será siempre –como lo es hoy– nuestra principal baza productiva y exportadora.

En relación al cambio climático, no debemos olvidar que estamos viviendo uno de los inviernos más cálidos y secos en décadas que está poniendo en peligro las cosechas de cereales, olivar, frutales, etc.

Es por todo lo anterior que hemos acordado en esta revista pedir al catedrático Luis López Bellido, cuyo nuevo libro sobre esta materia fue ya comentado en mi carta del pasado 15 de noviembre, que mantenga permanente una nueva sección que informe a nuestros lectores sobre todas las novedades que conciernen a esta materia y que tratarán de la influencia recíproca entre cambio climático y agricultura, manejo de los suelos de los cultivos y del riego, la biodiversidad y los recursos genéticos.

En definitiva se trata de medir y explicar la huella de carbono en la agricultura y la influencia de las prácticas agronómicas en el secuestro del mismo. Y se trata de que nuestros agricultores comiencen a gestionar las inversiones para una agricultura resistente y adaptada al ese cambio climático.

La segunda cuestión es la que afecta al agua y los planes hidrológicos. Es muy digno de elogio que en el Consejo de Ministros celebrado el 8 de enero, Consejo de un Gobierno en funciones, a punto de iniciar los debates de la sesión de investidura, la ministra de Agricultura, Isabel García Tejerina, haya logrado la aprobación de dieciséis planes hidrológicos –más de 65.000 folios– que afectan a doce cuencas intercomunitarias (Cantábrico Occidental, Cantábrico Oriental, Miño-Sil, Duero, Tajo, Guadiana, Guadalquivir, Segura, Júcar, Ebro, Ceuta y Melilla) y a cuatro cuencas de ámbito exclusivamente autonómico (Galicia Costa, Tinto-Odiel-Piedras, Guadalete-Barbate y Cuencas Mediterráneas Andaluzas).

Recordemos que el artículo 149.1.22 de la Constitución Española reserva a las autonomías las competencias en materia de cuencas hidrológicas cuando éstas sólo discurren por una única autonomía. Y en Consejo posterior del 15 de enero, el Gobierno aprobó los planes de gestión de inundaciones para veinticinco demarcaciones hidrográficas.

Hay que decir que son, ambas, probablemente, las medidas más relevantes acordadas a lo largo de los últimos años en esta materia y además implican una inversión futura de 17.500 millones de euros de los cuales 15.000 serán destinados a las cuencas intercomunitarias y 2.500 a las autonómicas.

Estas medidas eran muy necesarias desde hace mucho tiempo porque antes de 2009 tenía que haber sido aprobada, la primera, ya que la Directiva Marco del Agua de la Unión Europea lo exigía para el primer ciclo de planificación hidrológica correspondiente a 2009-2015. Sin embargo, a finales de 2011 ningún plan había sido aprobado. La demora en la aprobación ha implicado la apertura de varios procedimientos de infracción por parte de la Comisión Europea.

El Gobierno tuvo, por tanto, que tramitar y aprobar esos planes, que tendrían que haber supuesto la herramienta fundamental de gestión del agua hasta 2015. Y, a continuación, tuvo que comenzar la tramitación de los planes de este segundo ciclo (2016-2021). Los aprobados el viernes 8 de enero son ya los del segundo ciclo.

En definitiva, un enorme esfuerzo en estos años, con dos ciclos de planificación impulsados en la Legislatura, para poner a España al día en materia de planificación hidrológica, recuperar el retraso acumulado y poder conocer, hoy, las necesidades existentes, los recursos disponibles y las actuaciones a impulsar en cada caso. Y es más, de no haberse aprobado estos planes, España no hubiera podido acceder a partir de ahora a los fondos comunitarios destinados a esta finalidad.

Así pues, estamos en presencia de un paquete de disposiciones de excepcional importancia para la protección de los recursos fluviales, para la gestión del agua y para la preservación de nuestros riegos.

Y era además tanto más necesaria cuanto que a lo largo de la última década las inversiones en infraestructuras hidráulicas –según un importante informe de ATKearney– han venido siendo muy inferiores a la media Europea, en España solo el 0,11% de PIB y en la UE el 0,25% del mismo. España debería estar invirtiendo 2.600 millones por año en este sector para así equipararse a la media europea y su cifra real ha oscilado alrededor de los 650 millones.

Es esta una cuestión, la del agua y su regulación que tiene una larga historia en España y que nos haría recorrer el pensamiento y la obra de figuras tan insignes como Joaquín Costa, Lorenzo Pardo, el Conde de Guadalhorce, y tantos más. Y lo es porque es imprescindible seguir aumentando la superficie cultivada consagrada al regadío y, además, facilitar la conexión intercuencas para ayudar así a las zonas del sureste que, disfrutando de más horas de sol, disponen de menos recursos hídricos.

Enhorabuena, pues a la ministra García Tejerina y a su equipo, que trabajando a destajo, ha sido capaz de llevar adelante toda esta ingente obra, ya iniciada por Arias Cañete y ahora bien culminada por ella misma.

Y un último párrafo para expresar un último deseo en esta Carta: que el resultado de los debates de investidura traigan a España el mejor Gobierno de los posibles, el más estable y cuánto antes. Prolongar el tiempo de incertidumbre de la situación económica y política presente solo puede perjudicar el futuro.

Un cordial saludo

 

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