El cambio climático afectará en dos décadas a la seguridad alimentaria mundial. Por AINIA. Centro Tecnológico

AINIA. Centro Tecnológico.

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La seguridad alimentaria se va a ver afectada en las próximas décadas como consecuencia de la evolución del clima, dando lugar a la aparición de algunos riesgos emergentes relacionados con el acceso a los alimentos, su utilización, calidad nutricional y la estabilidad de precios, que podrían materializarse a partir de 2021.

El primero de ellos, son los derivados de los peligros biológicos. Según Jose María Ferrer, responsable de Derecho Alimentario de AINIA, “estamos ante un escenario en que en el medio-largo plazo (2021-2050) puede dar lugar a la aparición de algunos riesgos, por ejemplo, la aparición de las bacterias Vibrio en nuevos ecosistemas, como consecuencia del calentamiento de los océanos, en concreto el Vibrio spp. en productos del mar”.

También es probable que emerjan aquellos riesgos relacionados con la salud y el bienestar animal, con impactos de moderados a elevados. Peligros que pueden desarrollarse como consecuencia, por ejemplo, de la aparición del mosquito tigre (Aedes albopictus), los insectos tipo Culicoides imicola, el virus de la fiebre del valle del Rift, el virus de Peste des pequeños Rumiantes (PPR), los parásitos de lesmaniosis, el desarrollo de la enfermedad renal proliferativa en trucha suiza o el estrés por calor en vacas lecheras suizas. Con el consiguiente impacto económico en la producción agropecuaria y los riesgos asociados para la población.

Con relación a la sanidad vegetal, “los potenciales aspectos emergentes identificados, se agrupan, y se espera que surjan en el futuro con un gran impacto. Cada uno de ellos está relacionado con amenazas biológicas: plagas o parásitos, que surgirán o aumentarán su alcance en Europa como consecuencia del cambio climático”, según Ferrer. El aumento del área de establecimiento potencial y propagación de Xylella fastidiosa y su insecto vector; las moscas de la fruta, como la mosca mediterránea de la fruta (Ceratitis capitata) o la mosca del olivo (Bactrocera oleae) son algunos ejemplos.

En vista a estos riesgos, existen en la actualidad acciones y proyectos encaminados a combatir estas enfermedades, como es el caso del “Grupo Operativo Salud Olivar: desarrollo de estrategias innovadoras para el control de enfermedades endémicas y emergentes en olivo en España”.

Los contaminantes, están relacionados con toxinas producidas por organismos (bacterias, hongos, algas) cuyo crecimiento se ve fuertemente afectado por el cambio climático, como por ejemplo las floraciones de algas nocivas. Estos riesgos pueden dar lugar a la proliferación de contaminantes nocivos en los alimentos que, en función de los niveles de presencia, pueden generar riesgos para la salud de las personas.

Por otro lado, la calidad nutricional está relacionada con la deficiencia de micronutrientes, de acuerdo con los menores contenidos de micronutrientes. “Esta situación se puede generar debido a las emisiones de dióxido de carbono, que hacen que de forma progresiva se reduzca el contenido nutricional de alimentos de primera necesidad a nivel mundial, de manera que de aquí a 2050 podría disminuir la concentración de nutrientes como el hierro y el cinc, pero también de proteínas en el trigo, el maíz, la soja y el arroz, entre otros productos. Si estos riesgos llegasen a materializarse, requeriría de una aceleración en las técnicas de fortificación de los alimentos para seguir ofreciendo dietas adecuadas a los requerimientos de la población”, concluye.

FRENAR EL IMPACTO AMBIENTAL

Los expertos proponen una serie de medidas de adaptación como nuevas prácticas agrarias, almacenamiento de agua y riegos, entre otras, a través del uso de tecnologías o del cambio de tipo de cultivo, que podrían frenar significativamente el impacto ambiental.

Según Ferrer, “esta situación se debe abordar mediante sistemas de control preventivo que permitan que nos adelantemos a la aparición de riesgos emergentes en las áreas citadas, por ejemplo, llevar a cabo más controles, tanto en la fase primaria como en la de transformación de los productos agrícolas para controlar la presencia de ciertos contaminantes emergentes. El desarrollo de tecnologías predictivas que permitan identificar los factores previos a la aparición, o sensores con la sensibilidad suficiente para detectar la aparición cuando todavía es imperceptible al ojo humano, serían ejemplos de soluciones tecnológicas”.

Para Ferrer es esencial adaptar la aplicación de productos fitosanitarios a las condiciones climáticas y dar preferencia a los medios de control biológicos sobre el uso de fitosanitarios químicos. En este sentido, destaca la utilización de la digitalización en los sistemas agrarios enmarcados en la agricultura de precisión.

Po último, en el ámbito de la sanidad vegetal, es fundamental una actuación proactiva de las autoridades competentes y del sector primario, ante la presencia de plagas que hasta la fecha no se han manifestado en esas regiones y que como consecuencia del cambio climático puede aparecer en regiones donde no existían.

AINIA participa desde el año 2014 en la Red Nacional de Riesgos Emergentes cuyo objetivo principal es dar apoyo al representante nacional en la red de Riesgos Emergentes de EFSA y coordinar las actuaciones necesarias para la identificación y evaluación de riesgos emergentes utilizando las herramientas disponibles a nivel nacional e internacional, siguiendo especialmente las directrices de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria.

Esta red nacional tendrá como objetivo principal dar apoyo al representante nacional en la red de Riesgos Emergentes de EFSA y coordinar las actuaciones necesarias para la identificación y evaluación de riesgos emergentes utilizando las herramientas disponibles a nivel nacional e internacional, siguiendo especialmente las directrices de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria.

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