Casi 28 años y quinientas reflexiones: gracias a todos. Por Jaime Lamo de Espinosa

En estos años y en estas cartas he tratado de aportar mi visión sobre numerosísimos temas: la PAC y sus sucesivas revisiones, las subvenciones agrarias, la evolución de las macromagnitudes, las organizaciones comunes de mercado, los riegos, los planes hidrológicos, el Pacto Nacional del Agua, los biocombustibles, los precios de la tierra y un largo etcétera. Y sobre cada tema me he pronunciado tratando siempre de ser respetuoso con las opiniones contrarias.

Casi 28 años y quinientas reflexiones: gracias a todos. Por Jaime Lamo de Espinosa

Por Jaime Lamo de Espinosa, director de Vida Rural.

Querido lector:

¡Cómo pasa el tiempo! En 1994 publicaba mi primera Carta en el número 1 de esta re­vista, Vida Rural. El 1 de diciembre de 2009, publiqué la Carta número 300 y Fer­t­iberia –Juan Miguel Villar Mir, su presidente, así lo ordenó– tuvo la atención conmigo de editar un libro que titulé “Cartas de la Tierra” con aquellas cartas primeras. Hoy firmo esta, la número 500, tras once años y medio más. Y Cajamar –Eduardo Baamonde, su presidente, ha procedido de modo similar… gracias a ambos– está pre­parando ya una segunda edición de aquel libro donde estarán las 500 Cartas. Veintisiete años y medio, casi veintiocho, co­mentando la agricultura, la política agraria, el comportamiento de su economía, su comercio exterior y, en suma, su evolución.

Cuando salió el número 1 y luego con el 300 estábamos en ambos años, 1994 y 2009, en momentos cruciales para la PAC. En 1994 porque fue casi el inicio de la transición entre unas ayudas ligadas a la producción a otras a la renta de los agricultores con pagos por hectárea y cabeza de ganado. Y en 2009, con el número 300, porque tras “el chequeo médico” y su normativa de enero de 2009, aparecían medidas como el desacoplamiento total para determinadas producciones junto al incremento de la modulación, o la búsqueda de la simplificación del entramado burocrático que sustenta la Política Agraria Común. Hoy, cuando escribo estas líneas, para el número 500, estamos afrontando otra nueva PAC, difícil y muy discutida, tras múltiples negociaciones y propuestas que no voy a comentar aquí por haberlo hecho ya en Cartas anteriores.

Pero la agricultura ha cambiado de ma­nera notable y para bien en estos años 2009-2021, cuando lo que había ocurrido en­tre 1992 y 2008 fue lo contrario. Y de ello de­bemos estar muy orgullosos. Los agricultores entonces ya no pedían más subvenciones, sino una mejor relación precios percibidos/precios pagados y a ello se orien­ta la nueva Ley de la Cadena Ali­men­ta­ria. Y entonces toda Europa quería que la agricultura fuera considerada un “sector estratégico”. Hoy también podría decir lo mismo que entonces: “se quiere seguir con la PAC pero con otra PAC”.

Y es que sí, hay que afirmar muchas veces, que la agricultura y la ganadería es­pañolas, así como todo el sistema agroalimentario al completo, han tenido una evolución altamente positiva en estas últimas décadas. Ya escribí en ICE hace años sobre el gran cambio experimentado por el sector en los cuarenta años del reinado de Don Juan Carlos I. Y en estos años ha seguido creciendo más y más. El sistema agroalimentario fue en 2020 el 11% del PIB, con 2,8 millones de personas empleadas, 117.000 M€ de pro­ducción, 55.000 M€ de exportaciones y un saldo de la balanza comercial positivo de 18.000 M€. La Producción Final Agraria se multiplicó fuertemente en estos años, también la agrí­co­la y la ganadera, destacando el porcino, que ha más que cuadruplicado su producción de 1994 y es además el se­gun­do ex­por­tador mundial a China.
Y la apuesta tecnológica de nuestra agricultura se evidencia porque nuestros Consumos Intermedios son de los más al­tos de la UE, aunque en ese porcentaje destacan los piensos que son el 23,7%, es decir la mitad de todos los CI. Somos país puntero en los OMGs y estamos ya en la agricultura 3.0, en los macrodatos.

Nuestra industria agroalimentaria es ya el primer sector in­dustrial español. Y entre las empresas de la distribución destaca con fuerza una española, Mercadona. Y la gastronomía cul­mina la cadena. El saldo de la balanza co­­mercial agroalimentaria es el primero de Es­paña, al que solo precede, a veces, bie­nes de equipo. Y es que somos el tercer país agrario de la Unión Europea, el segundo perceptor de ayudas PAC, el cuarto exportador agroalimentario de la UE y el sexto mundial. Y en hortofruticultura, porcino, vi­nos y aceitunas y aceite de oliva somos grandes potencias exportadoras, siendo los primeros en los dos últimos.

En hectáreas regadas somos el primer país de Europa y el tercero del mundo en riego modernizado. Una superficie que aporta el 65% de la PFA y es muy exportadora. Por eso la transición ecológica no puede ser la transición al desierto. Si tiene que crecer la producción habrá que pensar en el riego. La agricultura española será de riego o no será. Y para ello se precisa un gran Pacto de Estado por el agua.

En el plano medioambiental contamos con una red de Parques Nacionales y Na­tu­rales extensísimo, los urbanitas ven allí corzos, jabalíes, venados, etc., “el sonido de la tierra”. Y estamos en la primera posición de la Red Natura, aunque ello tenga sus problemas. Globalmente, según la Uni­versidad de Yale, estamos entre las economías que mejor preservan su medio ambiente, con 74,3 puntos sobre 100.

Y en la más dura etapa de la pandemia el sistema agroalimentario fue capaz de mantener la red de distribución en plena actividad abasteciendo mercados y comercios y así cuando el PIB cayó más fuertemente, el sector agroalimentario crecía un 6,3%.

Un informe de Caixabank Research, ha puesto de manifiesto cómo el total de exportaciones del SAA creció un 5% entre enero y julio 2020 y ello llevó al sector a un superávit exterior récord, ya mencionado. Y el empleo ha tenido, además, un comportamiento “contracíclico”. Y también en 2020, el seguro agrario ha alcanzado sus cifras récord: en pólizas, y en valor de producción asegurada. Además, el sector ha respondido al auge de las compras on-line, fruto del confinamiento, porque está cambiando su estructura de ventas. El te­letrabajo, que se extiende día a día en todo el mundo, lleva al e-commerce.

Pero nos sigue preocupando que en España existan 5.000 municipios de me­nos de 1.000 habitantes y 1.360 con me­nos de 100 con población altamente en­vejecida. Y el territorio que ocupa la España prácticamente despoblada es algo más de la mitad. Será un tema a tratar de paliar en las décadas próximas.

No quisiera dejar de escribir que a to­dos estos avances descritos no son ajenos, sino todo lo contrario, los diferentes mi­­nistros de Agricultura, Pesca y Ali­men­ta­ción habidos entre 1994 y 2021 y sus equipos ministeriales: Luis María Atienza, Lo­yo­­la de Palacio –tristemente fallecida–, Je­sús Posada, Miguel Arias Cañete (por dos ve­ces), Elena Espinosa, Rosa Aguilar, Isa­bel García Tejerina y Luis Planas. A to­dos ellos mil enhorabuenas por su obra y mi agradecimiento por la constante co­laboración informativa a esta revista, Vida Rural.

Pero sobre esa potente agricultura gra­vitan desde hace unos años nuevos pro­blemas y paradigmas a los que hay que enfrentarse: biodiversidad, nutricionismo, veganismo, ecoesquemas, lo verde, cambio/crisis climática, digitalización, crecimiento demográfico mundial, hambre cero, producción sostenible, economía circular, edición genética, relevo generacional, vaciamiento demográfico territorial, etc. Serán los grandes temas del futuro.

Y termino como en mi Carta 300 con alguna reflexión añadida. En estos años y en estas cartas he tratado de aportar mi vi­sión sobre numerosísimos temas: la PAC y sus sucesivas revisiones, las subvenciones agrarias, la evolución de las macromagnitudes, las organizaciones comunes de mercado, los riegos, los planes hidrológicos, el Pacto Nacional del Agua, los biocombustibles, los precios de la tierra y un largo etcétera. Y sobre cada tema me he pronunciado tratando siempre de ser respetuoso con las opiniones contrarias o so­bre las políticas que juzgaba yo, en tal o cual Carta, desacertadas. Y he repetido con­­ceptos constantes: «la agricultura será de riego o no será”; los agricultores “sufren una doble presión inversa” en la cadena de valor; “entre la UE y las CC.AA hay que ha­cer la política de nuestra política”; “lo forestal debe regresar al MAPA”, etc. Y he procurado, tal vez por mi deformación de catedrático, ser muy riguroso en el manejo de las estadísticas que sustentaban los juicios emitidos. No sé si lo he lo­grado pero lo he intentado, de verdad, en todo momento.

Tengo que agradecer a mi gran amigo Eu­genio Occhialini, presidente de Eu­me­dia, y a sus responsables con los que he tra­bajado en esta etapa final –Luis Mos­quera y Marta Raspall– su enorme y constante ayuda, sus buenas titulaciones, su consejo, su leal colaboración en suma, así como a Elena Mármol y Arancha Martínez que se ocupan de mantener la alta calidad técnica, científica y periodística de nuestra revista. Igualmente a todo el personal de Eu­me­dia, sin el cual estas cartas jamás hubieran visto la luz.

Y ¡cómo no! gracias a nuestros lectores, que me han soportado, merced a los cuales hemos recorrido juntos esta andadura de tantos años. No es poco tiempo ni la tarea ha sido fácil. Pero me ha encantado abordarla y lo seguiré haciendo si Dios me da salud y vida… Gracias.

Un muy cordial abrazo a todos

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