Peligra la Seguridad Alimentaria Mundial. Por Jaime Lamo de Espinosa

Peligra la Seguridad Alimentaria Mundial. Por Jaime Lamo de Espinosa

El Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (UNWFP) pidió el viernes 13 de mayo la “reapertura” urgente de los puertos en la ciudad de Odesa, y advirtió sobre una inminente crisis mundial de hambre. La agencia de la ONU dijo que el puerto debe estar operativo antes de que la «crisis mundial del hambre se salga de control». Es un peligro.

Por Jaime Lamo de Espinosa, director de Vida Rural.

Querido lector:

Lamento volver en estas páginas a las consecuencias de la guerra de Ucrania que se alarga con graves impactos económicos. Se habla mucho de los problemas de gas y petróleo (suministros desde Rusia a la Unión Europea), pero esto se ha ampliado con el corte de suministro de energía eléctrica a Finlandia al solicitar de urgencia su adhesión a la OTAN. Y, además están todos los problemas alimentarios a los que quiero referirme porque co­mienzan a ser más amenazantes de lo que yo imaginaba en mis Cartas anteriores 511 y 513.

Estamos ya, sin duda, en presencia de una “guerra caliente” (la militar) y de una “guerra fría”, la que se ha abierto entre Ru­sia y el mundo de las democracias OTAN. Y esto acaba de generar, a mi juicio, un Nuevo Orden Mundial. Se está des­moronando la deslocalización y un co­mercio exterior basado en la globalización que desparece día a día, lo que altera los equilibrios económicos del mundo entero.

En materia de seguridad alimentaria, la gran preocupación de la FAO siempre, sufrimos desde hace ya tiempo el corte de las exportaciones de cereales, aceites de girasol, fertilizantes, etc., desde Ucrania. Re­cordemos que los cinco mayores ex­portadores de trigo del mundo son la Unión Europea, Rusia, Australia, Estados Unidos y Ucrania, pero las exportaciones de Rusia y Ucrania suman 52 millones de toneladas, lo que representa el 37,5% del total de esos cinco. Los cinco siguientes (incluido India) exportan algo más de 50 millones de toneladas.

Las interrupciones en el suministro de granos, desde el país devastado por la guerra hacia el resto del mundo amenazan seriamente esa seguridad. Se repite en Ucrania el viejo horror del Holodomor de Stalin –condenado por el Parlamento Europeo en 2008 como “crimen contra la humanidad”– con otra modalidad, en otra guerra interna del hambre, dados los ataques a tierras de cultivo, maquinaria, tractores, minas en los surcos, para así impedir siembras y recolección, además de que el grano destinado a la exportación está varado en barcos mientras las tropas ru­sas rodean los territorios marítimos, im­pidiendo que los barcos ucranianos naveguen. El bloqueo de Rusia de los puertos del Mar Negro ha impedido ya que casi 25 millones de toneladas de granos puedan ser enviadas. Los precios de los cereales crecen más y más, y más aún que los del pe­tróleo.

Es por eso que El Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (UNWFP) pidió el viernes 13 de mayo la ·reapertura· urgente de los puertos en la ciu­dad de Odesa, y advirtió sobre una in­minente crisis mundial de hambre. La agencia de la ONU dijo que el puerto debe es­tar operativo antes de que la «crisis mun­dial del hambre se salga de control». Es un peligro.

Hasta ahora vivíamos en un mundo donde las profecías de Malthus estaban muertas. No se habían cumplido. Durante los últimos cincuenta años la población mundial se había duplicado pero la agricultura ha­bía respondido a ese crecimiento aumentando la superficie cultivada un 12% y multiplicando los rendimientos y la intensidad de los cultivos. Las tierras de regadío, que son solo el 20% de las tierras cultivadas del mundo, generan el 40% de la producción agrícola y el 60% de la producción de cereales. Es, casi con seguridad, el regadío y la ciencia agronómica las que han roto en el último siglo las profecías de Malthus.

Pues bien, ahora esa amenaza vuelve. Sí, sobre todo afectando a países en de­sa­rrollo, mercados emergentes, buena par­te de África. Una persona muere, ya hoy, cada 48 segundos por hambre en África oriental. Si las existencias iniciales en países exportadores son bajas, si alguno de esos países limita sus ventas o no puede realizarlas por no acceder a los puertos y si la guerra está impidiendo las siembras de primavera en grandes extensiones agrícolas, la previsión no puede ser más que una inseguridad alimentaria total. Pero no por el crecimiento demográfico sino por el corte de exportaciones de fertilizantes o cereales (Rusia, China, Kaza­jis­tán, etc.), por países temerosos de que los cortes derivados de la guerra repercutan seriamente sobre su capacidad de abastecerse en los mercados mundiales y ello repercuta en alzas de precios, hambres y revueltas como ocurrió ya con la “primavera árabe”.

El último gran país en sumarse a esas políticas de autoprotección alimentaria ha sido India –segundo productor del mundo con unos 107 millones de toneladas, 13,5% de la producción mundial– que acaba de suspender su programa de exportación de unos 10 millones de toneladas de trigo para asegurar su consumo interno. Además India está su­friendo una reducción en los rendimientos de sus cosechas por las altas temperaturas de las últimas semanas.

En un contexto como el actual pienso que habría que repensar seriamente nuestra PAC y tratar de equilibrar mejor durante un cierto tiempo las exigencias y limitaciones debidas a las “políticas verdes” y las que ahora nos advierten del riesgo de desabastecimiento. Quizás habría que prio­rizar durante un par de años el mayor au­mento posible de nuestras producciones, nuestra “soberanía alimentaria” hoy amenazada por los riesgos antes mencionados. Cosa que por otra parte se nos pide desde otros lugares y otras reflexiones.

Acabamos de presentar la nueva solicitud de ayudas PAC. Pero hoy –creo– hay que pensar en una agricultura menos constreñida por normas y restricciones sin cuento que nos llegan desde el nuevo escenario de la PAC, desde el “De la Gran­ja a la Mesa” (FTF), desde los Ob­je­tivos de Desarrollo Sostenible (ODS), crea­dos en 2015 por la Asamblea General de Na­ciones Unidas (ONU), desde… etc., etc., para abordar los grandes retos globales. O, internamente desde las limitaciones en materia de aguas que tratan de no ir más allá en riegos cuando es la única solución posible ante la imposibilidad de ampliar el recurso “tierra”. Ampliar los regadíos, al­macenando más y más agua para regar, es una auténtica necesidad, hoy más que nunca en el marco descrito. Una agricultura con una nueva agronomía que está naciendo, debe crecer al ritmo que exige su demanda global, continental y nacional.

Pero no podrá crecer si las “presiones verdes” nos llevan a que, como sostiene Drieu Godefridi (fundador del Instituto Hayek), de llevarse a cabo el programa “De La Granja a la Mesa” (FTF) de la UE la producción agrícola europea caerá un 12%, los precios se dispararán un 17%, la facturación de los agricultores se reducirá un 16% y las exportaciones agrícolas se hundirán un 20%. La soberanía y la seguridad alimentaria estarían en grave peligro. Más aún por lo expuesto en el tema de las consecuencias globales de la guerra. Y lo avala citando un estudio de EE.UU que reafirma dichas conclusiones.

También otro estudio muy reciente, de la prestigiosa Universidad de Wage­nin­gen, concluye que el FTF puede ser muy negativo para los europeos, y aporta da­tos semejantes a los anteriores, pues la reducción del 50% en fitosanitarios y de un 20% en fertilizantes disminuiría la producción agrícola en no menos de un 15% mientras que el precio de los alimentos cre­cería hasta un 22%, en el caso del trigo un 15%, y aumentarían las importaciones de colza, cítricos, maíz, etc., con un balance comercial negativo para la UE de 8.000 millones de euros. Hay demasiadas críticas sobre el FTF como para no tomarlas en cuenta. Y lo que está ocurriendo en Sri-Lanka, con su apuesta por los alimentos orgánicos y su espectacular caída en rendimientos y producciones con riesgo de su propia seguridad alimentaria, es un cla­ro ejemplo.

Sí, si se produce esa caída de rendimientos y producciones será preciso com­pensarlo por otras vías para garantizar la seguridad alimentaria. Solo caben, en ese caso, dos opciones: 1) la mejora genética, a veces cuestionada sin razón suficiente y 2) los riegos. Y, tal vez, recuperando algún instrumento de la vieja PAC, como la “preferencia comunitaria”, como hace desde siempre EE.UU., para forzar un aumento de producciones en todo el territorio comunitario. Creo que habría que volver hacia atrás y recuperar alguno de aquellos viejos principios de la PAC. Re­comiendo vivamente que se estudie.

Un cordial y preocupado saludo

 

Desarrollado por eMutation New Media.