La fiebre de los fondos agribusiness en medio de la pandemia. Por Jaime Lamo de Espinosa

Se requiere de más y más innovación y conocimiento, sí, pero también de fuertes inversiones y por tanto de mayores fuentes de financiación dispuestas a invertir en agricultura, en la agricultura del futuro, en tierras, agua y biotecnologías, directamente o, sobre todo, a través de fondos y renta variable en empresas del sector.

La fiebre de los fondos agribusiness en medio de la pandemia. Por Jaime Lamo de Espinosa

Por Jaime Lamo de Espinosa, director de Vida Rural.

Querido lector:

Pocas veces al analizar el comportamiento del sector agroalimentario consideramos una cuestión crucial, cuál es su papel en el mundo financiero, es decir lo que representa en el ámbito de la inversión, de las bolsas, de los valores, de los fondos, etc. Y, sin em­bargo, debemos hacerlo, tanto más cuanto que en los últimos años ese papel es creciente y con poderosas razones en su favor. Sobre todo cuando los depósitos bancarios y las cuentas corrientes carecen de rentabilidad alguna. Y esto también tiene que ver con el futuro de la agricultura.

Debemos partir de algo que repetimos constantemente pero sin sacar a veces las conclusiones singulares que se derivan de ello. El mundo, escribimos o decimos una y otra vez, camina hacia los 9.000/10.000 millones de habitantes para el año 2050. Y lo hace vaciando poco a poco el medio rural y expandiendo ciudades cuyas dimensiones demográficas y superficiales crecen año tras año de modo imparable. Y esas poblaciones urbanitas cambian, además, sus hábitos de consumo y tratan de asemejarse a los modelos de consumo occidentales y sus formas de compra y mercado. Crece la demanda alimentaria y a ella se añade la de los biocombustibles. En los próximos 40 años la humanidad deberá contar con más alimentos que los producidos en los 10.000 años anteriores, según The Economist.

Este fenómeno, como se ve, no va a parar, al contrario, se acrecentará a medida que la agricultura y la ganadería ganen en tecnologías y precisen cada vez de menos trabajadores presenciales y los que existan puedan vivir más lejos de sus explotaciones y manejar más y mejor sus instrumentos y máquinas desde mayor distancia y con métodos y medios más digitales. Y ese cambio no es que esté llegando, es que está aquí. La cadena de valor es cada vez más potente y más innovadora. Y la revolución digital ha llegado a los inputs del campo con enorme fuerza así como a las técnicas de cultivo.

Dispondremos de menos Tierra pero será preciso más Agua aplicada a los riegos. Hoy las tierras de riego en el mundo son solo el 20% pero producen más de la mitad de los alimentos del mundo. Habrá, pues, que expandir inevitablemente los re­gadíos pero con ahorros de volumen de agua aplicada por hectárea cultivada. Y a ello habrá que añadir más y más tecnología en nuevos inputs agrarios: maquinaria de cultivo y recolección, biotecnología, semillas, fertilizantes, fitosanitarios, etc. y todo ello en el marco de las exigencias ecológicas y del cambio climático que hay que afrontar y cumplir. Y para eso se requiere de más y más innovación y conocimiento, sí, pero también de fuertes inversiones y por tanto de mayores fuentes de financiación dispuestas a invertir en agricultura, en la agricultura del futuro, en tierras, agua y biotecnologías, directamente o, sobre todo, a través de fondos y renta variable en empresas del sector.

De tales premisas se han derivado en las últimas décadas la aparición de numerosos fondos de inversión en el sector, tanto privados como públicos, fondos soberanos (sobre estos escribiremos otro día). Hoy se consideran esos fondos como una alternativa para el ahorro altamente positiva, dados los altos rendimientos financieros que obtienen la mayor parte de ellos. Uno de los primeros fue Pictet Water con rentabilidad media anual de dos dígitos. Y entre todos ellos, en el mundo, se ha posicionado claramente un fondo español, Pan­da Agriculture & Water Fund, que ha logrado en los últimos seis meses una rentabilidad del 21,82% invirtiendo en toda la cadena de valor. Y algunos fondos soberanos chinos o japoneses están invirtiendo en Es­pa­ña tanto en el subsector agrícola como en la alimentación.

Es cierto que el inversor privado debe ser paciente pues los logros no son inmediatos, pero los resultados de los cinco primeros fondos del mundo (DWS, Panda, Allianz Global Agriculture, BGF Nutrition y DJE Agrar¬Ernährung) muestran unas rentabilidades en este año 2021 (hasta el 24 de febrero) muy interesantes, entre el 7,82% y el 9,28% (Morningstar).

Otro tipo de fondos son los de capital riesgo o private equity, como Atitlan con su proyecto Elaia que ha desarrollado el mayor olivar del mundo en Portugal con 15.000 hectáreas regadas a partir del Guadiana. Podría mencionar muchos otros fondos, family office, etcétera, con proyectos en España sobre grandes fincas con cultivos de riego de olivar o almendro en seto, o en empresas transformadoras… pero haría muy extensa esta carta. Y vemos día a día como grandes fortunas adquieren más y más tierra, como es el caso de Bill Gates, que ha adquirido tierras por todo Estados Unidos en una superficie equivalente a siete veces Manhattan, 242.000 acres de cultivo. O los casos de los grandes millonarios Ted Turner (CNN), o Jeff Bezos (Amazon) con miles y alguno millones de acres.

Vivimos además ahora una fuerte alza de los precios del maíz y la soja, consecuente a una intensa demanda de materias primas agrarias. China importa más y más alimentos, el índice Baltic Dry casi se ha duplicado desde mediados de diciembre pasado a hace un par de semanas, lo que indica que el tráfico marítimo de estas mercancías a granel crece en razón de esa mayor demanda y eso preanuncia –con la expansión de las vacunas del Covid– una cierta mejora de la economía global. Son todos ellos datos agrarios que pueden impulsar también los fondos agrícolas comentados.

En primer lugar, como nos recuerda una de las cartas a inversores de Panda Agri­culture & Water Fund, el cambio en el ciclo agrícola global. Tras más de diez años de tendencia bajista con caídas en las cotizaciones de las materias primas agrícolas, los márgenes de las empresas del sector se habían visto muy deteriorados. Desde el verano de 2020 observamos un cambio de tendencia radical con fuertes alzas en los precios. Entre los factores explicativos tenemos la interrupción de muchas cadenas de suministro por restricciones legales, sanitarias o por roturas de stocks. En un sector con productos perecederos y una cadena logística global, un problema en el transporte por camión, barcaza o buque transoceánico o en los puertos, puede impedir que los alimentos lleguen al consumidor final o lo hagan con retraso y a un mayor precio. Este fenómeno lo vemos también en el aumento del precio de otras materias primas, de la energía o de los fletes de los barcos, cinco veces más caros que en una situación de normalidad.

Además, China continúa incrementando sus importaciones agrícolas lo que añade presión a los precios. Las importaciones chinas de maíz y trigo en 2020 han sido unas tres veces superiores a las de los años anteriores. En este entorno, el Partido Co­mu­nista chino acaba de publicar sus ocho prioridades para 2021, entre las que se encuentra “las semillas agrícolas y las tierras cultivables”. También van a priorizar el desarrollo de la “inteligencia artificial”, de la industria de los microchips, de la tecnología cuántica y cuatro más. Como citaban en uno de los principales periódicos chinos, “las semillas son los microchips de la agricultura china”.

Tal y como explica en otra de sus re­cientes cartas Panda Agriculture & Water Fund, la mitad de las empresas agroalimentarias internacionales en su cartera de inversiones cotizaban en verano por debajo de su valor contable, aspecto muy poco habitual en los mercados bursátiles mundiales. Además, tienen en propiedad activos agrícolas como plantaciones o derechos de agua e instalaciones cuyo valor real de mercado superan su capitalización bursátil actual.

Estas condiciones previas han abierto el apetito de todo tipo de inversores, institucionales e individuales, a invertir en activos agrícolas a nivel global, creando a partir de verano un autentico “boom bursátil”, tras años de sequía en sus rentabilidades. En los últimos años una buena parte de los flujos inversores se ha destinado a las empresas del sector tecnológico, con el ín­dice Nasdaq a la cabeza.

La visión del equipo de inversiones de Panda es que los “activos reales” como los agrícolas son muy adecuados para invertir ahorros en una época como la actual con excesos en la oferta monetaria global. Protegen de las especulaciones monetarias, de los “activos financieros” que no tienen un respaldo real patrimonial y especialmente ante un posible resurgimiento de la inflación, la mayor amenaza actual para cualquier in­ver­sor/ahorrador. Como decía Agro­mi­llora re­cientemente “Invertir en agricultura: un mo­delo rentable”.

Estamos, parece, ante la fiebre del agribusiness en medio de la pandemia.

Iremos viendo qué nos depara este 2021.

Un cordial saludo

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