La agricultura 4.0. Por Jaime Lamo de Espinosa

Este es un mundo en cambio. Pero que ya es operativo y muy intenso en países tan cercanos como Alemania. Ni que decir tiene que estos cambios son necesarios, vitales para la supervivencia del sector, pero sus aplicaciones generan, de otra parte, efectos negativos como una cierta caída de los empleos en la agricultura.

La agricultura 4.0. Por Jaime Lamo de Espinosa

Por Jaime Lamo de Espinosa, director de Vida Rural.

Querido lector:

Muy pocas veces, por no decir que casi ninguna, observo en los debates sobre nuestra economía agraria que se hagan precisiones o comentarios sobre el comportamiento de los Consumos Intermedios (CI), es decir, sobre los inputs o insumos que la agricultura y la ganadería compran para poder desarrollar su actividad.

Y sin embargo es un claro índice del grado de tecnología que incorpora, porque lo precisa, nuestro sector primario para ser competitivo, para estar siempre modernizado, para que la eficiencia y la productividad se mantengan en ratios comparativos con otras economías agrarias tan desarrolladas como la nuestra.

Si observamos la evolución de las macromagnitudes agrarias podemos comprobar cómo estos CI no han dejado de crecer en volumen y en porcentaje sobre la Producción Final Agraria desde hace décadas, siendo hoy perfectamente comparables con las agriculturas más potentes de la Unión Europea, pues representan ya en 2018 un 43,5% de dicha PFA (MAPA. CEA. 2ª estimación. Enero 2019).

El gasto en CI experimentó durante ese año un alza del 6,2% en valor, hasta los 23.199 M€, debido al incremento del 3,2% de los precios pagados por estos insumos, acompañado por un incremento del 2,9% en las cantidades consumidas.

Podemos observar un aumento de volumen consumido en 2018 en fertilizantes (+6,8%), piensos (+4,6%), gastos veterinarios (+4,5%) y semillas y plantones (+1,7%), mientras que registraron leves caídas el uso de servicios agrarios (-0,3%) y la energía (-0,1%). Y ese aumento de piensos es tanto más importante cuanto que representan el 21,8% de la PFA y prácticamente la mitad de tales CI. Ese es uno de los factores que está impulsando la producción ganadera intensiva y muy en particular la del porcino.

En precios, se produjeron subidas ge­neralizadas de todos los consumos intermedios, según destaca el MAPA, sobre todo en energía (+13,6%), semillas y plantones (+4,6%), otros bienes y servicios (+3,8%), servicios agrarios (+2,5%), piensos (+2,2%), productos fitosanitarios (+1,8%), fertilizantes (+1,5%) y gastos ve­te­rinarios (+0,5%).

En valor, en semillas y plantones el sector agrario se gastó, según este primer avance, un 6,3% más que en 2017, hasta 1.080 M€; en energía (gasóleo, electricidad, etc.) y lubricantes, un 13,5% más, con 2.136,6 M€; en fertilizantes y enmiendas, un 8,4% más, con 1.926,9 M€; en productos fitosanitarios, un 1,8% más, con 1.131,2 M€; en gastos veterinarios, un 5% más, con 625,4 M€; en piensos –que es con diferencia el primer coste de producción–, un 6,9% más que en 2017, con 11.642,7 M€; en mantenimiento de material en cambio se gastó un 2,6% menos que un año antes, con 526,4 M€; en mantenimiento de edificios, un 1,8% más, con 517,6 M€; en servicios agrarios, un 2,2% más, con 299 M€; en servicios de intermediación financiera, un 7,3,% más, con 320,8 millones, y en otros bienes y servicios, un 3,8% más, con 2.229,4 M€.

Con estos datos fríos y objetivos no sabemos bien el grado y la orientación de nuestro avance tecnológico. Pero lo que sí es un hecho es que la agricultura está experimentando un profundo cambio tecnológico y sobre todo digital. Cada vez tenemos más hectáreas regadas con riego modernizado o tecnificado y digitalizado (aunque estamos en la menor inversión pública hídrica de los últimos 25 años y a la cola de las inversiones en agua de toda la UE), cada vez más se incorporan tecnologías 3.0 o 4.0, la agricultura smart o farming 4.0 es ya una realidad.

Se ven drones sobre nuestros campos que identifican dónde están las malas hierbas y dónde es mejor sembrar, caminamos en una agricultura de precisión, hay ya vehículos autónomos e incluso robots (agribots), se nos ofre­cen nuevas cosechadoras inimaginables hace años, el campo se digitaliza progresivamente, al tiempo, cambian los productos aplicados en fertilización o fitosanitarios porque cada vez más y más hectáreas se transforman en producción ecológica, aparecen nuevas semillas en el mercado porque la investigación genética y sus desarrollos prosperan, surgen nuevos sistemas de iluminación para producciones de invernadero o granjas de todo tipo, hay ya granjas 3.0 sin agricultores, la inteligencia artificial ha llegado ya a la agricultura como lo ha hecho el grafeno, etc., etc.

Y una vez aprobado por el Gobierno el pasado viernes 5 el Real Decreto que desarrollará el autoconsumo de energía, veremos pronto miles de paneles solares en el campo para el suministro de casas e instalaciones de riego. Este es un mundo en cambio. Pero que ya es operativo y muy intenso en países tan cercanos como Alemania.

Ni que decir tiene que estos cambios son necesarios, vitales para la supervivencia del sector, pero sus aplicaciones generan, de otra parte, efectos negativos como una cierta caída de los empleos en la agricultura. Así, el sector hoy solo concentra el 5% de los ocupados, ha perdido más de 700.000 empleos en las tres últimas décadas.

Y este es un proceso de doble dirección: la emigración rural hace que se pierdan tierras de cultivo y se pierden tierras de cultivo que generan esa emigración porque no son aptas por su minifundio, la escala es sustantiva para el uso de ciertas innovaciones, o por su orografía para ser llevadas con maquinaria y equipos de alta tecnología muchas veces robotizados.

Así, campos abandonados y pueblos vacíos son las dos caras de la misma moneda. En contrapartida se crean nuevos empleos, pocos por ahora pero se crean, reorientados al área digital. Según la CE entre el 70 y el 80% de los nuevos equipos agrícolas vendidos tienen algún componente digital y esto va en aumento.

Por otra parte la sostenibilidad de la agricultura es absolutamente necesaria para garantizar la seguridad alimentaria y ello obliga a aplicar las mayores dosis de I+D+i y de nuevas tecnologías para asegurar la calidad de tierras, aguas y productos obtenidos que son, a la postre, nuestros alimentos.

Mientras se discute la nueva PAC la propia Comisión ha elaborado documentos de suma importancia sobre las interconexiones entre esa PAC y la sostenibilidad digital de la nueva agricultura. Y todo ello cobra una nueva y mayor dimensión en el marco del cambio climático que estamos sufriendo.

En fin, que una nueva agricultura, con nuevas inversiones que entrañan nuevos modos de consumo de inputs, se nos está abriendo paso sin que apenas lo percibamos aunque sus efectos sí son perceptibles y constatables día a día. Veremos qué nos depara.

Un cordial saludo

 

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