El campo europeo, en cólera. Por Jaime Lamo de Espinosa

El campo europeo, en cólera. Por Jaime Lamo de Espinosa

“El campo centroeuropeo ha afrontado en los últimos años múltiples restricciones en la producción y aumentos de los costes de los insumos. Por ello, los agricultores se están enfrentando a sus Gobiernos y a la Unión Europea”.

Jaime Lamo de Espinosa, director de Vida Rural.

Querido lector:

Terminó 2023. Mal año, maldito sea, sequía fuerte, calor excepcional, cosechas cortas, altos costes de pienso y energía para la ga­nadería, etc., y pese a ello récord en renta agraria. Cosas de la economía…

Hemos cerrado un año duro y llega 2024, bisiesto. Ha batido récords de ca­lor, sequía y de emisiones de gases con efecto invernadero (GEI). La tem­peratura global media del planeta rozó el aumento crítico de 1,5oC (Informe de Copernicus). Y las lluvias faltaron en todo momento. Pero las DANAs y las nieves y lluvias han llegado al fin en enero y ha mejorado la situación. Y así los embalses –que a mediados de este mes estaban a un 45,25% de su capacidad, cifra esta inferior en tres puntos al agua embalsada al 15 de enero del pasado año, y diez puntos menos que la media de los últimos diez años–, están ahora (a 23 enero) al 50,48%, nivel se­mejante al de igual fecha del pasado año. Según los expertos, los embalses del Tajo han logrado niveles –Entrepeñas y Buendía han elevado sus reservas en 720 hm3– que permiten trasvasar al Segura hasta 27 hm3. Buena noticia para el acueducto.

Pero donde la escasez afecta grande­mente es en Cataluña Interna donde el agua embalsada es solo el 16,25% de su capacidad. También peligra Andalucía Occidental, pues el Guadalquivir está al 21,32% y Guadalete-Barbate al 14,60%. Y el Segura, que solo almacena el 18,51%. Este es el principal problema al que se en­frentan diversas comarcas de varias autonomías. En Barcelona se piensa traer agua mediante buques cisterna, olvidando los trasvases que se pudieron haber realizado en décadas anteriores, contando con las aguas del Ebro, que ahora mismo almacena el 61,92% de su capacidad. Eso sí, ahora se reclama desde la Generalitat agua del Ebro para el riego de viñas y olivos del Priorato afectados por la sequía… No es pues de extrañar que el propio Felipe González en un reciente acto en Homenaje a la Constitución manifestara su razonada preocupación por los “recursos hídricos” de nuestros territorios. Y por eso es de elogiar que el Consell valenciano haya decidido invertir 20 M€ para que el agua del Júcar llegue a 15.000 agricultores de Alicante.

Existe pues una gran preocupación en el campo, y a ello se añade lo que estamos viendo que ocurre en la UE. En Alemania, no por sequía o semejantes, sino por problemas de costes de sus insumos, concretamente el gasóleo, se han formado inmensas concentraciones de tractores que han circulado bajo los lemas “Sin nosotros no hay alimentos” y “Se acabó la paciencia”. “Nosotros hacemos el pan, la mantequilla y la cerveza”, gritan los agricultores desde sus tractores. Y ese malestar agrario ha colapsado calles allí sí, pero también en Francia, Polonia, Eslovaquia o Rumanía. Se ha hablado este mes de “la cólera del campo alemán” y coincide con el título del libro de Manuel Pimentel “La venganza del campo”.

El campo centroeuropeo se ha enfrentado en los últimos años a restricciones en la cría y producción animal, al uso de ciertos pesticidas y fertilizantes, a la gestión del suelo y a un aumento de costes. Por ello, los agricultores europeos se están enfrentando a sus Gobiernos y a la UE. Se quejan frente a la excesiva proliferación de normas regulatorias y administrativas –yo lo vengo advirtiendo desde hace años–. La FNSEA francesa se ha puesto en pie de guerra y ha bloqueado ciudades y carreteras. Y a ellos se han unido los camioneros. Y aquí, ahora, SOS Rural vaticina una respuesta contundente y unitaria del campo español en solidaridad y para evitar su colapso definitivo… Hay una corriente en el fondo del mundo agrario español y europeo porque no se valora lo suficiente la actividad y sus frutos, que son nuestra alimentación.

Porque esa cólera está asomando también aquí con la fuerte subida del SMI cuyo nivel supera ya el 80% del salario medio en la agricultura. Pasar de 1.080 a 1.134 €/mes supone una subida acumulada de un 54% desde 2018, denuncia Asaja. Y declara que el aumento de costes salariales tras un año de dura sequía, unido a los fuertes precios de los inputs, están generando una situación insostenible en las rentas agrarias. Además, hoy los precios de venta no permiten repercutir costes. Y todo ello está haciendo cerrar numerosas explotaciones diariamente. La prueba de ello es que en 2022 el empleo agrario cayó en 86.000 tra­bajadores y en 2023, solo en el tercer trimestre, esa caída fue de 34.000 personas. Esta subida del SMI agravará el problema. Y expulsará más jóvenes del campo.

Y además flota una amenaza contra agricultores, pero sobre todo contra ganaderos, como ha subrayado recientemente el ilustre experto Carlos Buxadé, por las medidas antiGEI que llegan desde el Panel de París del Cambio Climático. Y ello justo al tiempo en que el cofundador de Greenpeace, Patrick Moore, ataca duramente la teoría del apocalipsis del cambio climático del que afirma que “es una estafa total, no hay evidencia científica”. Sostiene que hay una “falsa narrativa”, pero desgraciadamente es en base a ella como se adoptan medidas limitativas de la producción de alimentos, lo que va en contra de todos los principios de seguridad alimentaria.

Y ahora, muy recientemente, la UE, parece inclinarse en con­tra de la edición genética agrícola, lo que frenaría el desarrollo de unas técnicas creadas para garantizar la productividad de los cultivos y garantizar la alimentación del futuro. Y ello se hace pese a que, en 2020, la catedrática de Química y Biología Molecular de la Universidad de Berkeley, Jennifer Doudna, obtuvo el premio Nobel de Química precisamente por el desarrollo de un método para la edición genética. Si no aceptamos los organismos modificados genéticamente (OMG) por presiones ecologistas radicales y pese a que todas las Reales Academias de Agricultura o Ciencias del mundo han informado favorablemente; si, ahora, se impide esta fórmula atenuada de la edición genética, estaremos llevando al mundo por un camino en favor de sus peores tendencias y no corrigiendo éstas con los medios científicos que tenemos a nuestro alcance.

Y justo ahora, cuando comenzamos el año, con las guerras existentes y sus incidencias alimentarias. Desde las menores producciones agrarias ucranianas al fortísimo incremento de fletes como consecuencia de la guerra sobre el Mar Rojo y las desviaciones de los barcos que ya no pueden entrar en el Canal de Suez y que deben alterar su ruta por el Cabo de Buena Esperanza, incrementando así fuertemente la longitud del trayecto y multiplicando casi por cinco los fletes antes existentes. A España se ha calculado que ello puede costarle 130.000 M€.

Sinceramente, todo lo anterior nos muestra un panorama de­salentador, lleno de incertidumbres o de datos ciertos pero ne­gativos. Los que deciden aquí y en la UE sobre la PAC y los problemas agrarios deben parar y pensar despacio en el mundo que queremos y hacia dónde vamos. La burocratización limitativa e interventora de muchos organismos internacionales debe frenarse.

De momento el camino, no parece el acertado. “Caminante no hay camino, se hace camino al andar…”, nos diría Machado. Pero ese nuevo camino ya se ha iniciado y apunta hacia un sector vegetal expansivo, en la senda de una alimentación menos cárnica y más vegetal. Este plant based será un notable cambio alimentario hacia una nueva forma de vivir, de cómo cambiar la forma en que la sociedad se alimenta, de su nutrición. Cambio tan esencial que lo trataremos extensamente en cartas posteriores.

Un cordial saludo

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