Desde Holanda a SOS Rural. Por Jaime Lamo de Espinosa

Desde Holanda a SOS Rural. Por Jaime Lamo de Espinosa

Este no es un fenómeno solo holandés. Aquí tenemos ya anunciada una gran manifestación agraria para los días de San Isidro, promovida básicamente desde SOS Rural, nueva organización que agrupa más de 500 asociaciones del sector primario y busca capitalizar el descontento de un campo que se siente olvidado.

Por Jaime Lamo de Espinosa, director de Vida Rural.

Querido lector:

Hace menos de un mes, a finales de mar­zo, el partido de los agricultores de Ho­landa, el Movimiento Campesino-Ciu­dadano (BoerBurgerBeweging – BBB) arrasó en las elecciones provinciales ganando en doce de ellas, incluidas algunas de sus grandes ciudades. Fue un “NO” al ecologismo radical, a ciertas políticas medioambientalistas que recortan las posibilidades productivas del campo en favor de una presunta sostenibilidad, derivadas de la Agenda 2030 y de limitaciones nacidas del cambio climático para reducir los gases de efecto invernadero (GEI) atribuidos en parte a algunas prácticas agrícolas y ganaderas…

Y no olvidemos que Holanda aun siendo un pequeño país, más pequeño que Aragón, es una gran potencia agraria europea: exporta, casi todos los años, más alimentos, vegetales y animales, que España, Italia y Portugal juntos.

A veces Holanda nos sorprende. Hace siglos, a mediados de 1600, se produjo el famoso boom de los tulipanes sobre el cual escribieron con acierto Galbraith, Mackay o Peter Garber, y que condujo a la quiebra del país. Tulipanes que ahora se comparan muchas veces con las bitcoins. Aquello fue un fenómeno especulativo, y por eso ahora se llaman “tulipanes” a las criptodivisas. Pero es que lo que ocurre ahora en Holanda y en toda Europa es el fenómeno inverso. Tenemos unos mercados mundiales alterados por la guerra de Ucrania, por los efectos del control de las exportaciones rusas de cereales, oleaginosas y fertilizantes, y todo ello está provocando –y va a más– un fenómeno de inflación de costes imparable que sufren los agricultores del mundo, entre otros los holandeses. Y al tiempo se está ahogando el campo en favor de prácticas que generan fuertes rechazos y manifestaciones en Holanda… y en España.

Porque este no es un fenómeno solo local, holandés. Aquí tenemos ya anunciada una gran manifestación agraria para los días de San Isidro, promovida básicamente desde SOS Rural, nueva organización que agrupa más de 500 asociaciones del sector primario que se están estructurando para hacer una macromanifestación contra las políticas «populistas y radicales de nuestros gobernantes». Es la continuación de la concentración en Va­lencia, del pasado 25 de marzo. Y este nuevo movimiento busca capitalizar el descontento del mundo rural articulando con una sola voz, bajo el lema “Descubre y protege tu tierra”, las reivindicaciones de un campo que se siente olvidado.

Pero no es solo eso. Es que nuestro mundo rural está viendo cómo se le ataca con vetos a la caza, con precios de los insumos que compran –gasóleo, energía eléctrica, abonos, semillas, piensos, etc.– que resultan «insostenibles»… miles de granjas pecuarias no resisten esos costes y tampoco obtienen precios de venta remuneradores para su actividad. Por otra parte, ven como nuevas políticas de caza, forestal, de aguas, etc., no están ya en Agricultura, su Ministerio natural, y parece a veces que se contempla ahora lo agrario más como una amenaza medioambiental que como una actividad económica positiva, una aportación a una alimentación abundante y sana y algo que contribuye a evitar la España vaciada. El polvorín del campo, su “basta ya”, nos llegará así en mayo a las calles de Madrid.

El 25 de marzo del pasado año publiqué en ABC una Tercera que titulé “El grito del mundo rural”. Anunciaba ya esto. Y me temo que aquel grito vuelve en el próximo mes… “Han gobernado, como con otras muchas cosas, buscando el aplauso fácil llenándose la boca de hablar de sostenibilidad. Pero sostenibilidad es la pa­la­bra más prostituida del castellano. Exi­gi­mos que escuchen de una vez al campo, que alimentamos al mundo entero; y están gobernando ignorándonos», declara Víc­tor Viciedo, presidente de la Aso­cia­ción de Agricultores Indepen­dien­tes de Va­lencia y uno de los principales or­ga­ni­za­dores de la manifestación de Ma­drid del próximo mayo.

Sí, es la “venganza del campo”, a la que alude expresamente Manuel Pi­men­tel, gran conocedor del mundo agrario y rural, en algunos de sus recientes artículos donde afirma: “La sociedad urbana limita la producción agraria y a la vez protesta por el consiguiente incremento de precios. No se puede sorber y soplar al tiempo”. A ello hay que añadir una campaña permanente contra las carnes nacida desde el Gobierno, las extrañas decisiones de algunos artículos de la Ley de Bienestar Animal, el anuncio de una nueva ley en tal sentido pero desde la Comisión Europea, los ataques a las políticas de riego altamente concentradas sobre el Tajo-Segura, cuyo futuro peligra más y más día a día, etc.

Añádase a ello la PAC y la inmensa burocratización con la que está anegando a sus posibles beneficiarios. La producción normativa nacional, autonómica y europea en materia agraria es inmensa. Y casi inabordable. En 2021 (datos CEOE, febrero 2022) el número de directivas, re­gla­mentos, etc., que dictó la Unión Europa fue de 3.580 en Agricultura, y 3.115 en Medio Ambiente, frente a un total de 21.540. El guarismo agrario es el máximo de todos los renglones o ámbitos considerados. No aparecen en el informe co­mentado los datos desglosados por mi­nis­terios en las normas nacionales o autonómicas, pero sí se observa un fuerte in­cremento en el total general que crece año tras año mediante numerosos reales decretos leyes y decretos leyes-omnibus, trasponiendo numerosas directivas europeas y reglando al agricultor activo, 80-20, ecorregímenes, etc., todo lo reglable…

Y si menciono la Agenda 2030 o las normas para combatir los gases de efecto invernadero no es porque quien esto escribe sea negacionista. No, no lo soy. En absoluto. Pero sí creo que en la vida hay que saber ordenar prioridades. Y a mi juicio algunas de las medidas que se nos van imponiendo desde la IPCC y la 2030, están afectando negativamente a los productores agrícolas y ganaderos y poniendo en cuestión un modelo agrario universal cuya prioridad debería ser la Se­gu­ri­dad Alimentaria Mundial, como sostiene FAO, la lucha contra el hambre, acabar con el hambre en el mundo y no otras co­sas que, siendo im­portantes, pueden es­perar. Lo advertí muy claramente en mi discurso de ingreso como Académico de Ho­nor en la Real Academia de Ciencias Veterinarias hace meses, lo he escrito ya en algunas Cartas del Director y hoy vuelvo a reiterar mis ar­gumentos.

Se escribe y se sostiene que la agricultura aporta aproximadamente un 14% de los ga­ses de efecto invernadero y que de ellos un 4-5% es atribuible al sector vegetal y un 9-10% al sector animal por sus emisiones de dióxido de carbono, metano, etc. Es ese renglón el que hoy está en mayor riesgo de sufrir fuertes presiones para su reducción. Y no existen ra­zo­nes suficientes, en base a las cifras expuestas, para cargar contra un sector que nos nutre de las proteínas que necesitamos.

Esa estrategia pretende, aparentemente, como meta conseguir unos sistemas alimentarios más equilibrados, saludables y respetuosos con el medio am­biente. Pero se instrumenta mediante la reducción del uso de pesticidas, fertilizantes y antimicrobianos para animales de granja e impulsar la agricultura ecológica y tratar de reducir los riegos, las presas, etc.

Múltiples escritos contra esta manera de pensar ya se han producido. Incluso la propia Universidad de Wageningen, en Holanda, la mejor universidad agraria de Europa, se ha manifestado en contra del documento “De la Granja a la Mesa” (Farm to Fork) que se integra en el horizonte de Pacto Verde Europeo y que nace en buena medida de las limitaciones del cambio climático.

De dicho documento cabe extraer dos ti­pos de conclusiones, unas que atañen al sector agrícola, las producciones vegetales, y otras a las producciones ganaderas. Respecto a las primeras solo diré aquí que ese informe elaborado por la Universidad de Wa­ge­ningen ha confirmado el impacto ne­gativo de una menor producción agrícola, vegetal, en Europa, un cambio hacia paí­ses de fuera de la UE y una reducción de ingresos de los agricultores europeos.

En el ámbito ganadero, el documento Farm to Fork es para mí muy inquietante, pues pone el acento en dos cuestiones: el impacto de la ganadería sobre los gases de efecto invernadero, pues reafirma su lu­cha contra las emisiones procedentes del sector de los animales, y la conveniencia del cambio de los hábitos de consumo hacia menos car­ne… “la transición no se producirá sin un cambio en la dieta de las personas”. ¿Qué cambio? Vegetaria­nis­mo, veganismo, etc.

La COP27 de Egipto ha acentuado tal orientación. Han salido “vivos” los combustibles fósiles pero en nada se han alterado las limitaciones agrícolas –alto coste de fertilizantes– y pecuarias de hondo ca­la­do.

Vayamos con calma. Lo primero es acabar con el hambre en el mundo. Pri­me­­ro son las personas, sus vidas. Luego, aunque ello exija una cierta demora, poca, deben venir las medidas que contribuyan a luchar contra el cambio climático. Pero por orden…

Un cordial saludo

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