Coraje democrático
Por Miguel Ángel Mainar
Se diga lo que se diga, mantener durante años, incluso décadas, la representatividad de las organizaciones profesionales agrarias prácticamente inalterada por falta de medición periódica de esta es una tremenda deficiencia democrática.
Habrá razones técnicas, políticas, sociales o de cualquier otro tipo para justificarlo, pero eso no cambia el hecho de que se ha hurtado a los agricultores y ganaderos y al conjunto de la sociedad un derecho puramente democrático, como es el de saber cuál es el verdadero poder de representación de los distintos sindicatos que influyen en su día a día. A los profesionales del sector, puede que hasta el derecho a elegir sus representantes.
Que el resultado de estas mediciones hubiera podido introducir pocos cambios en la configuración existente, tampoco es una excusa válida, pues por esa misma razón los procesos electorales o de calibración de la representatividad que se llevan a cabo en otros ámbitos tampoco serían necesarios, pero se realizan con puntual periodicidad por higiene democrática.
No realizar estos procesos, además de desconsiderar derechos ciudadanos, hace posible y también probable que se otorgue a determinadas organizaciones del sector agrario una capacidad de influencia en el devenir de las personas superior o inferior a la que merecen, con las consecuencias económicas y sociales que esto puede suponer.
Así ha venido ocurriendo en España, en el ámbito estatal y autonómico (con algunas excepciones en este último caso) sin que nadie se alarmara, salvo, claro está, aquellos que consideraban que el statu quo en el que la mayoría se había acomodado les perjudicaba.
Se trata de un fracaso sin paliativos de la política, que ha jugado con las leyes a su antojo y ha mostrado, como en tantas ocasiones, una falta de responsabilidad abrumadora. También de las organizaciones agrarias consideradas más representativas, instaladas confortablemente en una anomalía que prorrogaba su preeminencia sine die y predicaba al mismo tiempo su falta de coraje.
Un coraje que en otros tiempos tuvieron y cuya insuficiencia en los actuales pagan a un precio muy alto, aunque no lo vean o quieran ver. Una importante base social agraria ya no considera legítima su situación y ha dado lugar, como se pudo comprobar en las históricas movilizaciones de 2024, al surgimiento de movimientos alternativos que, en alguna medida todavía por ver, laminarán su hegemonía.
El proceso iniciado ahora por el MAPA para medir la representatividad estatal no solucionará el problema. Por un lado, sus resultados todavía serán en parte deudores de la irregularidad democrática. Por otro, no serán la salvaguarda que el establishment podría pretender, porque, aunque las nuevas organizaciones no estén preparadas para competir ahora, esperarán con paciencia y argumentos su momento.
Si no se recupera prurito y coraje democrático el campo quedará en manos de quienes mejor se manejan en ausencia de estos, que no son, precisamente, los demócratas.