Carlos Buxadé, miembro de la Real Academia de Doctores de España. Por Jaime Lamo de Espinosa

Carlos Buxadé, miembro de la Real Academia de Doctores de España. Por Jaime Lamo de Espinosa

Una encuesta llevada a cabo por Proveg nos dice que el 51% de los encuestados está disminuyendo su consumo de carne. El doctor Buxadé cree que, de no actuar contra esta corriente, lo más probable es que en el año 2034 queden en la UE tan solo 1 millón de empresas ganaderas especializadas.

Por Jaime Lamo de Espinosa, director de Vida Rural.

Querido lector:

Hace escasos días el profesor Carlos Buxadé fue recibido como Académico de Número en la Real Academia de Doctores de España pronunciando, en tal ocasión, un muy importante discurso de ingreso que versó sobre “El complejo devenir técnico-económico de la empresa ganadera en la Unión Europea (UE-27)”.

Lo escuché con suma atención y me pareció que su análisis era digno de ser traído a estas páginas por cuanto el panorama que se deduce de sus palabras no incita al optimismo, por muchas y variadas razones, que él mismo expuso en el marco del auditorio del Paraninfo de la vieja Universidad Complutense. Permítanme que haga un extracto de su intervención.

Según Buxadé –eminente profesor y doctor por la Universidad Politécnica de Madrid y por Kiel, entre otros muchos méritos– su análisis se mueve entre “la importancia de la hambruna” y “el desenfoque antropológico de la producción y del bienestar animales”, enfocado el mismo a la actividad pecuaria en el seno de la Unión Europea, lugar donde, en principio, las empresas se mueven en un modelo más o menos perfecto de libre mercado.

Pero este modelo, según nuestro académico, está en la UE, en el caso de la actividad pecuaria, significativamente distorsionado, dado que la misma está muy condicionada por el denominado “Modelo de la Unión Europea de Producción Animal”; solo aplicable a las empresas ganaderas de la UE y realmente no exigible a las empresas de este sector ubicadas en países terceros. Esta realidad implica una significativa distorsión en la competencia que a la postre opera en favor de países terceros.

Se trata de un modelo conformado por más de setenta normas que condicionan la producción y su eficiencia, lo cual es particularmente peligroso en un mercado mundial cada vez más globalizado.

El mencionado modelo que se basa en la trazabilidad; en la prevención y en el control; en la exigencia de altos requisitos sanitarios e higiénicos y en garantizar el bienestar de la base animal. Es un modelo dinámico y cada vez más exigente, aunque también con una creciente visión más antropomórfica que zootécnica.

A ello se añade hoy, en el seno de la UE, la fuerte presión de las organizaciones proteccionistas, animalistas y medioambientalistas. Éstas levantan la bandera del “bienestar animal” alegando que las bases animales de las explotaciones pecuarias están conformadas por seres vivos sintientes e, incluso, de acuerdo con la declaración de Cambridge del año 2012, por ser seres con conciencia y, por otra parte, también acusan al sector pecuario de ser, en buena parte, responsable de la emisión de gases efecto invernadero (GEI).

En ese contexto, más de 190 organizaciones, muchas bajo la fórmula de ONGs, bien financiadas y muy activas, trabajan contra la actividad ganadera. Su “guerra” se orienta en gran medida contra la ganadería empresarial intensiva, contra las mal llamadas “macrogranjas”, término que no existe en España a nivel legislativo.

Todo lo hasta aquí expuesto acontece, con, una mayor o menor intensidad según regiones, justo cuando el sector se ve sometido, desde que se inició la guerra de Ucrania, a un fuerte crecimiento del coste de sus principales insumos. Incremento de costes que está obligando a cerrar a muchas empresas, fundamentalmente las de estructura familiar. Así, por ejemplo, actualmente tenemos menos de 10.000 explotaciones de vacuno de leche, que entregan su leche, cuando hace cinco años había unas 14.000.

Paralelamente, se está dando una negativa evolución de la demanda interna de productos pecuarios en la UE. Su mercado está conformado por unos 446 millones de consumidores con un altísimo colectivo de veganos (3%), vegetarianos (5%) y flexitarianos y pescetarianos (25%) que crecen día a día. Este hecho castiga la presencia de productos procedentes de la ganadería en los menús cotidianos de los ciudadanos de la Unión Europea.

A este panorama, sin duda complejo, añade el profesor Buxadé lo que él denomina “las dos quiebras sociales”. La primera ha afectado a las bases que definen la civilización judeocristiana (con sus principios éticos y morales). La segunda implica al ámbito agrario y se refiere a la sustitución de los modelos zootécnicos clásicos de producción por modelos dónde el antropomorfismo tiene cada vez un mayor protagonismo.
Esta segunda ha propiciado el aumento de la presencia de los denominados “nuevos alimentos”. En la Unión Europea se definieron, como tales, aquéllos que no se estuvieran consumiendo de forma significativa, por parte de sus ciudadanos, antes del 15 de mayo del año 1997, cuando entró en vigor el primer Reglamento sobre nuevos alimentos.

Un “nuevo alimento” puede ser uno de reciente creación, un alimento innovador, un alimento generado a partir de nuevas tecnologías de elaboración y/o de un nuevo proceso de producción y también un alimento que se consume o se ha consumido en el exterior de la UE (se incluyen aquí los alimentos plant based, los insectos aptos para el consumo humano, los alimentos pecuarios cultivados, etc.).

Añadamos a todo ello el “Movimiento Antiespecista”, movimiento que propugna se dé el mismo valor a todo ser viviente independientemente de la especie a la que pertenezca. Y defiende la “liberación animal” como una manera de evitar la violencia sistémica. De aquí los derechos de los animales sintientes o conscientes… Esta tendencia está agudizando la caída en los consumos de carnes y productos ganaderos, reduciendo consecuentemente el número de empresas del sector.

La encuesta paneuropea, llevada a término por Proveg, nos dice que el 51% de los encuestados está disminuyendo su consumo de carne y también, en general, el de los otros productos ganaderos.

Por lo referido, Buxadé cree que, de no actuar en contra de esta corriente, lo más probable es que en el año 2034 queden en la UE tan solo 1 millón de empresas ganaderas especializadas. Y ello en un mundo que, en el año 2050, contará con más 10.000 millones de habitantes lo que puede implicar un alto riesgo de padecer hambrunas de todo tipo, según las más recientes previsiones de la FAO.

Como se puede constatar, la realidad ganadera de la UE es multifactorial e infradeterminada (más incógnitas que certezas); en ella la empresa ganadera es una unidad de organización en permanente evolución (trabajando con una base animal de producción o de renta).

Pero no podemos perder de vista que el objetivo del modelo de producción pecuaria de la UE se fundamenta en poder garantizar la seguridad alimentaria, la calidad de los productos, la protección del medio ambiente y el respeto a la base animal, que es, no se olvide, sintiente.

A la empresa ganadera no le queda otra alternativa que asumir este modelo y, además trabajar en una sociedad que no deja de hostigarla por medio de los proteccionistas, de los animalistas y de los medioambientalistas, cuyo objetivo es el de reducir en la UE las dimensiones cuantitativas y cualitativas de la producción animal; lo que tiene a su vez inmensas consecuencias negativas sobre la economía y el empleo.

Como se ve, las teorías expuestas, sabia y académicamente, por el profesor Buxadé en su ingreso en la Real Academia de Doctores de España merecían ser traídas a estas páginas para general conocimiento. Aprendamos de ellas y saquemos las oportunas consecuencias.

Un cordial saludo

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