¿Campaña contra la naranja?. Por Jaime Lamo de Espinosa

¿Campaña contra la naranja?. Por Jaime Lamo de Espinosa

¿Cómo puede ser que se pretenda utilizar una naranja podrida, repugnante de aspecto, como símbolo de las mejoras que se quieran introducir en los mercados? Esta terrible imagen, está perjudicando ya también a los propios mercados y muy en especial a los 149 mercados de Valencia y 4.244 paradas y, como ha advertido la consejera Nuria Montes, está poniendo en peligro más de 500.000 puestos de trabajo.

Por Jaime Lamo de Espinosa, director de Vida Rural.

Querido lector:

He tenido que leer varias veces la noticia en diversos medios para creerla. Bajo el título “Los mercados se mueren” veo una naranja podrida, muy gráficamente podrida, formando la base de una campaña promovida por una ONG, Justicia Alimentaria y asombrosamente –dicen– apoyada por el Gobierno de España.

Parece que el objetivo de Justicia Alimentaria es la transformación de los mercados municipales para asegurar una alimentación saludable y a precios justos. Y así han llenado de carteles las calles de las ciudades de España reclamando tales objetivos. Y claro, los mercados morirían si los productos que en ellos se vendieran fueran como los fotografiados. Pero esa imagen es una simplificación irreal, falsaria y denigrante.

Conozco muy bien Valencia por familia y por historia personal, y los mercados valencianos son un ejemplo de pulcritud, de buen hacer y gran calidad de productos. Y conozco bien la naranja valenciana, que es un ejemplo a nivel mundial y que no cabe maltratar icónicamente con esa imagen que produce asco y rechazo. El cultivo de la naranja valenciana es un modelo en el mundo y nada se le puede reprochar. Si Justicia Alimentaria quiere transformar los mercados municipales estoy seguro que puede encontrar métodos más racionales y menos agraviantes que el aquí seguido mediante la destrucción de la imagen de nuestras naranjas.

La naranja no es solo un producto de especial relieve regional, como naran­ja valenciana, sino también nacional porque su producción y cultivo se ha ido extendiendo a otras regiones de España como Andalucía. Y, cuando en 1982 Es­paña tuvo que buscar su imagen para el Campeonato Mundial de Fútbol, todos recordamos el famoso “Naranjito” en nuestros grandes campos.

España es hoy el sexto productor de cítricos del mundo, consagra más de 300.000 hectáreas de cultivo, casi la totalidad en regadío, cosecha 5,7 millones de toneladas, exporta más de la mitad, 3 millones de toneladas por un valor de 3.500 millones de euros y es así el primer país exportador del mundo (25,3%), exportando así el 60% de su cosecha, de la que queda un 20% para consumo propio y un 18% para la industria de zumos. Gran industria de zumos, por cierto. El ejemplo de Don Simón en Huelva así lo demuestra. De todos esos cítricos, un 80% proceden de Valencia y el resto de otras zonas de los territorios españoles. Con rendimientos en regadíos de unos 28.000 kg/ha tanto en naranjas –traídas en su día a Valencia por el párroco Vicente Monzó–, como en mandarinos –venidos a España de la mano de José Polo de Bernabé, político valenciano– o limoneros –traídos en su día por Cristóbal Colón hasta la Española y más tarde a nuestra península–.

Tenemos a Europa como principal mercado y a Alemania como primer destino. Fue tan importante la naranja que durante los años 50 no había divisas para importar el petróleo que España necesitaba y fue precisamente la naranja la que permitió pagar la deuda exterior. Y pese a ello, so­mos un país capaz de destruir la imagen de uno de nuestros más grandes productos símbolo de nuestra mejor agricultura. Como somos capaces de especular con el recorte del Trasvase Tajo-Segura lo que reduciría un 40% nuestra exportación de cítricos.

Los cítricos entran en España de la mano de los árabes, pero es solo a mediados del s. XV y a partir de la plantación en Carcagente cuando el mercado se ex­pande. Y debo decir con orgullo que fue mi abuelo, José María Lamo de Espinosa y de la Cárcel, quien trajo a España desde California, donde era cónsul, los primeros plantones de pomelo, a su Huerto de San­ta Amelia en Alzira, como está acreditado en el archivo personal suyo del Ministerio de Asuntos Exteriores.

Los agricultores valencianos, unidos siempre a la ciencia y a la investigación agraria, han ido a lo largo de las últimas dé­cadas mejorando cultivos, frutas, variedades, plantaciones, etc., y dando origen a grandes zumos naturales producidos en España frente a los anteriormente importados de fuera. Aquellos primeros naranjales de finales del XVIII y principios del XIX son hoy una imagen vívida de la mejor España agrícola que podemos exhibir.

Las exportaciones de naranja crecieron en los cuatro últimos de los quinquenios entre 1886 y 1905 y pasaron de 91.000 toneladas de exportación al año a 354.000 toneladas. Fue un avance sorprendente que siguió progresando a lo largo del siglo XX y del s.XXI.

Algunos hemos luchado por la naran­ja en circunstancias excepcionales. Re­cuerdo cuando, siendo ministro, se intentó firmar un tratado que favorecía el tránsito de cítricos marroquíes por España. Nos levantamos con fuerza todos los que sentimos aquello como un atentado, todo el Gobierno de la UCD de la Transición, y gracias, en gran medida, a las efica­císimas gestiones personales de Don Juan Carlos I con el Rey de Marruecos, aquel tratado se consiguió frenar y nunca hubo tal tránsito que hubiera situado a la naranja marroquí en iguales o mejores condiciones que la española en los mercados europeos.

¿Cómo puede ser que, con tales antecedentes, se pretenda ahora utilizar una naranja podrida, repugnante de aspecto, como símbolo de las mejoras que se quieran introducir en los mercados?

Esta imagen, terrible imagen, está perjudicando ya también a los propios mer­cados y muy en especial a los 149 mercados de Valencia y 4.244 paradas y, como ha advertido la consejera Nuria Montes, está poniendo en peligro más de 500.000 puestos de trabajo.

Por estas causas y por otras, los agricultores valencianos prevén una gran manifestación el próximo 27 de abril para hacer sentir sus protestas por la forma en que el sector está siendo tratado, desde el sentimiento de que no se les aplica la preferencia comunitaria frente a terceros países, entre otros Marruecos, a la falta de recursos hídricos, etc., lo que pondría en peligro una agricultura a todas luces vanguardista.

El Gobierno español, el Ministerio de Agricultura, no puede seguir contemplan­do pasivamente esta situación que debe atajarse y de inmediato e incluso sancionar a los promotores de toda esta campaña por los daños económicos producidos.

Terminemos pues como en el Himno de Valencia: ¡¡¡Vixca València, Vixca!!!

Un cordial saludo

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