La formación como elemento de competitividad en la cadena

*Felipe Medina, responsable cadena agroalimentaria de ASEDAS y profesor del Máster en Gestión de Empresas Agroalimentarias (MGEA).

La formación como elemento de competitividad en la cadena

*Felipe Medina, responsable cadena agroalimentaria de ASEDAS y profesor del Máster en Gestión de Empresas Agroalimentarias (MGEA).

 La distribución alimentaria en España ha experimentado una gran transformación en los últimos 20 años. El éxito del supermercado reside en su capacidad para situar un amplio surtido de productos a precios muy competitivos muy cerca de las casas de los consumidores. Buena parte del prestigio de las empresas de distribución de proximidad –que se encuentran entre las mejor valoradas por parte de los consumidores– reside en su capacidad de ofrecer una compra completa, que tiene a los productos frescos como uno de los factores diferenciadores. De hecho, el conocimiento profundo del género y de los proveedores de frutas y verduras, carne, pescado, quesos y otros, son signo de identidad de muchas empresas de supermercados.

Estas empresas, a lo largo de los años, han aprendido a conocer los métodos de producción, las diferentes variedades y razas y sus atributos, la capacidad de suministro de los diferentes proveedores, y han establecido las estructuras logísticas necesarias para que el producto llegue, en muchos casos, del campo a la mesa en menos de 24 horas, configurando así uno de los modelos de distribución alimentaria más eficientes de Europa.

El futuro de las empresas de supermercados se visualiza, ahora, bajo tres premisas relacionadas con la sostenibilidad económica, social y medioambiental y que se pueden resumir en las palabras equilibrio, accesibilidad y economía circular. Esto significa que debemos seguir garantizando el equilibrio entre formatos que deriva de una distribución eficiente y competitiva al servicio del consumidor; debemos seguir estando muy cerca de las casas y trabajos de los consumidores, tanto en nuestros formatos físicos como digitales, y debemos abrazar una economía centrada en el ahorro, aprovechamiento y reutilización de los recursos.

Para lograrlo, la complicidad de los productores es imprescindible. Necesitamos proveedores de productos frescos que conozcan nuestro modelo y contribuyan a la cadena de valor para acceder al consumidor final. El servicio al consumidor es condición imprescindible para crear modelos en los que todos salgamos beneficiados y, para ello, nuestra labor es trasmitir a los productores la demanda real –en cuanto a productos, calidades, calibres, etc– para que ellos puedan producir lo que realmente demanda el consumidor.

El enfoque hacia el consumidor es imprescindible para que, entre todos, podamos situar en el lineal los productos que éste espera. Tanto la evolución demográfica hacia un envejecimiento de la población como la creciente digitalización, nos invitan a hacer una reflexión común sobre el modelo productivo que nos espera en los próximos años y a trabajar para mantener la eficiencia de un sistema de distribución que cree rentabilidad y empleo al productor local. Tenemos ya muchos ejemplos de colaboración productor-distribuidor en cuestiones como la experimentación de nuevos cultivos en los que el riesgo es compartido y también, por supuesto, en el establecimiento de relaciones a largo plazo que aseguran, entre otros, la estabilidad de precios.

La gestión de los recursos nos lleva, además, a colaborar con el resto de eslabones de la cadena para abordar juntos el reto de la economía circular. La colaboración en términos de logística y de reducción y reciclado de materiales es básica si queremos alcanzar los objetivos establecidos por la Unión Europea para el año 2030. Aquí también existen ejemplos, como el pool de cajas de plástico reciclado para el transporte de frutas y hortalizas, o las prácticas de logística inversa.

Si miramos de nuevo hacia el pasado, nos encontramos con que partimos de un escenario marcado, en ocasiones, por el enfrentamiento y la desconfianza. Aún hoy en día, desafiando datos objetivos de economía agraria, se tiende a culpar a la distribución de muchos de los problemas de las producciones agropecuarias. Superar este escenario es tarea de todos y reportará beneficios al conjunto de la cadena de valor agroalimentaria. La receta para ello es formación, conocimiento y diálogo.

Para continuar por este camino que ya hemos emprendido juntos, la formación es vital para que los futuros líderes de empresas agroalimentarias y de empresas que –desde la distribución o el sector horeca– participan en la cadena de valor, conozcan sus necesidades mutuas y las vías ya exploradas de colaboración, y abran así otras para abordar los retos comunes. Este es el espíritu que nos lleva a participar como ponentes en el Máster en Gestión de Empresas Agroalimentarias de la Fundación LAFER, que cumple su décima edición ayudando a los diferentes componentes de la cadena a evolucionar y prepararse para el futuro apasionante que viene.

*En colaboración con la Fundación LAFER y Máster en Gestión de  de Empresas Agroalimentarias

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