Agua y agricultura

El agua es un elemento imprescindible para todas las actividades socioeconómicas que llevamos a cabo los humanos, jugando además un papel esencial para garantizar el suministro mundial de alimentos. El agua aplicada a procesos productivos sostenibles y rentables supone empleo, riqueza y fijación de población al territorio, es sinónimo de desarrollo, y la adecuada gestión puede consolidarlo y potenciarlo. El futuro pasa por una apuesta por la innovación y la tecnología aplicada a la gestión de los recursos hídricos, que permita continuar mejorando la eficiencia de la producción agrícola.

Agua y agricultura

Juan Carlos Gázquez. Cajamar Innova. Incubadora de Empresas de Alta Tecnología en Agua.

Aunque el 70% de la superficie de nuestro planeta está cubierta de agua, 1.386 millones de km3, tan solo una pequeña cantidad de esta es agua dulce, el 2,5%, de la que, además, el 68,9% se encuentra en los glaciares y el 30,8% son aguas subterráneas, con lo que solo nos queda un 0,3% para las aguas superficiales (lagos y ríos).

La agricultura es la principal consumidora de agua a escala mundial, suponiendo el uso agrícola el 70% del total, por el 19% del industrial y el 11% del doméstico. De ahí que el uso del agua para fines agrícolas sea un tema central en cualquier debate sobre los recursos hídricos y la seguridad alimentaria. De los 1.600 millones de hectáreas de cultivo que hay en mundo, 320 millones ha son de regadío. Es decir, la agricultura de regadío representa el 20% del total de la superficie cultivada y aporta el 40% de la producción total de alimentos.

Se espera que los niveles de escasez seguirán aumentando a medida que crezca la demanda de agua y se intensifiquen los efectos del cambio climático, por lo que la competencia por los recursos hídricos aumentará en el futuro, poniendo especial presión sobre la agricultura.

Según la FAO para 2050 habrá que incrementar la producción de alimentos en un 70% con un aumento de solo el 10% del consumo de agua para el sector agrícola. Ante este escenario, debemos ser capaces de producir más alimentos con menos recursos y con un menor impacto al medio ambiente. Eso será posible, en gran medida, gracias al regadío, a la implementación de nuevos modelos de gestión del agua y al desarrollo de innovaciones tecnológicas, lo que generará oportunidades para la creación de empresas con nuevos modelos de negocio en torno al agua.

Agua y agricultura en España

En nuestro país, el agua es un recurso básico sometido a grandes presiones desde el lado de la demanda: la agricultura, el turismo y una creciente población son demandantes de un recurso muy irregular en cuanto a su distribución geográfica y temporal. Además, a causa del cambio climático, en los próximos años nos enfrentaremos a episodios de estrés hídrico que provocarán sequías e inundaciones cada vez más frecuentes.

El desarrollo social y económico, por tanto, va a depender de nuestra capacidad para preservar y utilizar sosteniblemente los recursos hídricos. Y ello solo será posible a partir de un sistema de gobernanza que permita alcanzar un equilibrio entre los objetivos socioeconómicos y los medioambientales.

El agua aplicada a procesos productivos sostenibles y rentables supone empleo, riqueza y fijación de población al territorio, es sinónimo de desarrollo, y la adecuada gestión puede consolidarlo y potenciarlo. En España, la baja rentabilidad de la agricultura de secano jugó un papel no desdeñable en el proceso de desruralización, ante el surgimiento de nuevas oportunidades laborales en la industria y los servicios.

Referentes internacionales en la gestión del agua

La agricultura española ha optado por la modernización del regadío, sustituyendo el tradicional sistema de riego por gravedad por el riego localizado, que ha pasado de representar el 17% de la superficie de regadío en el año 2000 al 53,1% en 2019, siendo el país del mundo con mayor superficie de riego localizado.

Esto ha permitido, que en lo que llevamos de siglo XXI se haya reducido el consumo de agua en la agricultura por el aumento de la eficiencia de los sistemas de distribución y aplicación en parcela del agua de riego, siendo de 15.495 hectómetros cúbicos en el año 2018. Al mismo tiempo, la producción ha crecido de manera uniforme, con lo que ahora se produce más y mejor con menos agua.

La agricultura del futuro tendrá su base en un regadío modernizado donde las innovaciones tecnológicas mejorarán la disponibilidad y optimizarán el uso del agua y la energía. El regadío, aunque implica mayores costes de explotación, además de aumentar la productividad de los cultivos, permite diversificar los mismos y estar mejor preparado para responder a las necesidades del mercado.

No es solo suficiente aumentar la producción, hay que emplear todo el conocimiento y tecnología que hay a nuestra disposición para usar los recursos naturales de la forma más eficiente posible. En este sentido, no es aventurado afirmar que los regadíos del futuro producirán más con menos.

El futuro pasa por una apuesta por la innovación y la tecnología aplicada a la gestión de los recursos hídricos, que permita continuar mejorando la eficiencia de la producción agrícola.

A nivel de explotación, para mejorar la eficiencia en el uso del agua es tan importante realizar un diseño adecuado de las explotaciones agrarias como el manejo de las plantaciones:

  • Diseño adecuado de las plantaciones:
    • En especial de las instalaciones de riego, que permitan optimizar el consumo de agua, los costes de energía y mejorar el rendimiento del cultivo.
    • Mejora genética. La elección del material vegetal (cultivo y variedad) tiene un gran impacto en la cantidad de agua que se necesita para producirlo. Por ejemplo, para obtener un kilo de arroz se necesitan 1.200 litros de agua en comparación con los 160 litros que se precisan para producir un kilo de cítricos. Por ello es recomendable seleccionar especies con alta productividad del agua.
    • El sistema de cultivo empleado. Un ejemplo de ello es el cultivo bajo invernadero, con una demanda de agua menor respecto al exterior debido a la reducción de la radiación solar y viento; por ello, para producir un kilo de tomate al aire libre se necesitan 120 litros de agua frente a los 27 litros usados en invernadero.
  • Manejo agronómico, es decir, la forma en la que se produce:
    • La disponibilidad del agua puede aumentarse por medio de estrategias que reduzcan las pérdidas de agua o aumenten la capacidad de almacenamiento para que se utilicen en cultivos o para explotaciones ganaderas. Entre estas prácticas podemos destacar la agricultura de conservación, incrementar el contenido de materia orgánica en el suelo y la cobertura de la superficie del suelo con residuos o los sistemas de semiforzado y el acolchado. En concreto, con los acolchados se pueden conseguir ahorros de agua muy importantes al reducir las pérdidas de agua por evaporación.
  • Emplear el agua disponible de forma más eficiente, utilizando herramientas para mejorar la programación de los riegos: sensores a nivel de planta, plataformas para el asesoramiento y gestión del riego, riego deficitario regulado, riego de precisión. En este sentido, el riego deficitario es una estrategia de sostenibilidad de la agricultura mediterránea, que consiste en la restricción del riego en los estados fenológicos del cultivo menos sensibles al estrés hídrico (periodos no críticos) y la satisfacción plena de las necesidades del cultivo en los periodos más sensibles (periodos críticos).

No obstante, queda mucho por hacer. El manejo de la explotación debe combinarse con esfuerzos a escala global, es necesario desarrollar estrategias para mejorar la disponibilidad y gestión del agua, y como muchos otros problemas, no tiene una única solución, sino que se basa en la integración de distintos tipos de medidas a acometer:

  • Será necesario incrementar la disponibilidad de los recursos hídricos y, para ello, la integración de las fuentes no convencionales (reutilización y desalación) es básico.
  • Preservar el estado nuestras masas de agua, recuperando las afectadas por contaminación de nitratos y gestionar de forma sostenible nuestros acuíferos.
  • Continuar con la modernización de las infraestructuras de distribución y aplicación de agua.
  • La implantación de sistemas de riego de precisión es fundamental para garantizar la sostenibilidad de la agricultura de regadío. El futuro de esta agricultura a nivel mundial depende, en buena parte, de la implantación de sistemas de riego inteligentes en las fincas, que permitan la utilización más eficiente de los recursos agua, fertilizantes y energía.
  • La modernización de los regadíos ha supuesto un incremento del consumo de energía por el cambio de sistema de riego por gravedad a riego a presión (aspersión o goteo) y, por consiguiente, de los costes energéticos. Por lo que es necesario impulsar la incorporación de energías renovables en los sistemas de regadíos.
  • El ciclo integral del agua está formado por una red compleja de recursos hídricos y usuarios de agua, en la que algunos de los usuarios son a su vez la fuente de agua para los siguientes usuarios, por lo que la calidad es un factor clave en la gestión del recurso. Siendo necesario adaptar los modelos de gobernanza del agua para realizar una gestión integral del recurso que garantice la seguridad hídrica.

 

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