Ucrania, la crisis de precios y el Pacto Verde: ¿la hora de los “Food stamps”? Por Tomás García Azcárate

Tomás García Azcárate

Ucrania, la crisis de precios y el Pacto Verde: ¿la hora de los “Food stamps”? Por Tomás García Azcárate

Tomás García Azcárate

Éramos pocos y parió la abuela. La situación del abastecimiento mundial, entre otros de alimentos, era ya muy complicada por el efecto conjunto de la pandemia, incluido sus consecuencias logísticas y una sequía que algunos ya atribuyen al fenómeno climático conocido como “La Niña” y que, por lo tanto, afectaría no solo a la Cuenca mediterránea sino también al hemisferio Sur. Y con eso, llego Putin y la injustificable invasión de Ucrania.

Me vienen primero a la mente los  Desastres de la Guerra que tan bien pinto Goya; Guernica cuando veo como quedan las ciudades atacadas y el éxodo masivo desde Barcelona a Le Petrus de población civil en 1939.  Pero no se le escapa a nadie las consecuencias que, entre otros, sobre el comercio mundial de alimentos, está teniendo ya y va a tener en el futuro.

Los datos son conocidos, pero conviene tenerlos siempre en la memoria. Entre ambos países, hoy exportan el 26% de la cebada mundial, el 34% del trigo, el 17% del maíz, el 24% de las pipas de girasol y el 73% del aceite de girasol. En resumen, el 12% de las calorías que se exportan en el mundo vienen de estos dos países. A esto le debemos sumar las exportaciones de gas (con su impacto directo en el coste de los fertilizantes y de los transportes), en los que Rusia (junto con Bielorrusia) representa el 20%, el 40% si nos limitamos a las importaciones europeas, las de fertilizantes nitrogenados (15%) y potásicos (17%).

Es obvio que el escenario que estamos viviendo hoy no se parece en nada a los escenarios, incluso los más pesimistas, que se planteaban hace pocos años. También es obvio que hay que integrar esta nueva situación, que no parece ser coyuntural, en nuestros escenarios de futuro.

El Pacto Verde y la Estrategia “De la Granja a la Mesa”

Europa se había marcado una hoja de ruta, en línea con las conclusiones y los compromisos de las Cumbres de París y Glasgow, unos ambiciosos objetivos en cuanto a la adaptación y mitigación del cambio climático se refiere. En el sector de la agricultura, se concreta en la estrategias “De la granja a la mesa” y “Biodiversidad”.

Hoy, no son pocas las voces que insisten en la necesidad de volverle a echar una pensada, empezando por el propio comisario europeo a la Agricultura, JanuszWojciechowski, que afirmó que si la seguridad del abastecimiento está en peligro, deberemos volver a pensarnos los objetivos de las estrategias. Este movimiento ha sido bien acogido por (entre otros) gran parte de los representantes del sindicalismo agrario mayoritario, que nunca estuvo entusiasmado con  las mencionadas estrategias, y mal recibido por (entre otros) las organizaciones ecologistas que ya eran reticentes con respecto al nivel de ambición real que la Unión Europea, y los gobiernos nacionales, demostraban.

El tema merece una reflexión pausada. Es evidente que, salvo con una guerra atómica que nos lleve realmente al “fin de la historia”, el cambio climático es una realidad que debemos afrontar, adaptándonos a él y mitigándolo en toda la medida de lo posible. Por lo tanto, para mí, el objetivo central perseguido, promover la transición agro-ecológica de la agricultura europea y aumentar su resiliencia sigue vigente, incluso con más fuerza hoy que ayer. Los datos expuestos al principio de este artículo sobre el comercio de fertilizantes así parecen apuntar.

Las  estrategias incluyen unos objetivos cifrados al horizonte 203 , entre otros, en cuanto al  porcentaje de la superficie en agricultura ecológica que deberíamos alcanzar en Europa (25%), la reducción del uso de fertilizantes (20%),  y reducir un 50% el uso de los plaguicidas más peligrosos. Los que han tenido la paciencia de leer anteriores artículos míos al respecto saben que siempre he dicho que estos objetivos eran políticos, en algunos casos incluso irrealistas y que era una pena que la Comisión, que se había caracterizado anteriormente por el rigor de sus análisis y previsiones, haya caído en este caso en  el voluntarismo. Pero también he escrito que ello no quita validez al objetivo general antes mencionado, acompañar al sistema alimentario europeo por la senda de la sostenibilidad. Respondiendo a mi amigo Jorge Jaramillo, ni la guerra ni la “operación militar especial” deben desbaratar la ambición verde de la PAC.

¿Quiere esto decir que, pase lo que pase, no se debe hacer prueba de flexibilidad para encarar la nueva situación? Mi respuesta es, por supuesto, negativa. El reto es cómo hacerlo.

Explicitemos primero el diagnóstico: nuestra agricultura estaba ya confrontada a un aumento de  los costes energéticos y de sus insumos al que se sumaba, en el caso de la ganadería, un aumento del coste de la alimentación animal. Esto encuentra su reflejo también en una inflación que castiga, en primer lugar, a los consumidores con rentas más modestas. La oferta de materias primas agrarias se resentía de las consecuencias de la sequía y de los problemas logísticos, y entra, con la invasión de Ucrania, en una nueva era de incertidumbre en cuanto a los volúmenes disponibles y sus precios.

Como siempre pasa en situaciones de crisis agudas, conviene no confundir velocidad con precipitación y guardar la cabeza fría. En estos días, he oído cosas que no comparto (algunas ni las entiendo), que multiplican el ruido en vez de contribuir a resolver los problemas.

Vuelven los tambores de los embargos a la exportación, como hicieron  la India, Vietnam y Filipinas en el 2008 con el arroz, multiplicando los efectos negativos de una cosecha corta. Incluso, dentro del mercado común europeo, el rumor circula que Hungría podría prohibir no solo la exportación (a terceros países) sino las expediciones (a los otros Estados miembros) de cereales. En el pasado, el hecho que una decisión sea claramente ilegal no ha impedido que intentaran ciertos gobiernos aplicarla.

El comisario europeo, aquel del que Usted me habla,  ha sugerido favorecer el almacenamiento privado para asegurar el suministro en los próximos meses[1]. El artista trabaja sin red. Otros proponen incluso de promover compras públicas para reconstituir existencias públicas. Esto significa retirar productos del mercado en un momento ya de escasez, es decir empujar aún más los precios al alza generando inflación. En estos productos funcionan bastante bien los mercados de futuro y los operadores ya son perfectamente capaces de gestionar este tipo de situación. Me contó la semana pasada un dirigente de una gran cooperativa cerealista que le han contactado para comprarle ya toda su cosecha del año, oferta que rechazó con buen criterio a pesar del atractivo precio ofrecido.

En cuanto a la movilización de la reserva de crisis, otra improvisación con desparpajo del comisario, no se sabe muy bien (me temo que el tampoco) para financiar qué. Aumentar las ayudas directas (¿a todos los productores?) en base a una reserva de crisis que se financia con una retención de estas mismas ayudas no tiene ningún sentido.

¿Entonces, qué podríamos hacer? El Ministro de Agricultura francés, apoyado por el español, responden a esta pregunta y creo que tienen razón[2]. No son cosas muy glamurosas, no van a resolver la delicada situación de los mercados, pero  pueden ayudar. En este caso, como en otros muchos, no cabe alimentar expectativas excesivas que lo único que provocan es a medio plazo desasosiegos cuando los hechos demuestran que son testarudos.

 Hablemos primero de la oferta, desde lo más sencillo a lo más complejo. Por un lado, si no se ha hecho ya, se puede anular todos los derechos de importación de las materias primas concernidas y de los aceites de semillas. Las tortas oleaginosas tienen ya derechos nulos.

Se puede aumentar la producción comunitaria, permitiendo excepcionalmente y por un año la siembra de proteaginosas y leguminosas en las tierras en barbecho y flexibilizando las exigencias del Greening. Aunque estemos todavía en periodo de declaración PAC, habría que permitir la modificación correspondiente de las declaraciones ya presentadas.

El principal obstáculo para aumentar las importaciones de maíz y soja de otros suministradores, como América Latina y Estados Unidos, es la lista de productos modificados genéticamente autorizados a la importación. La decisión requiere un análisis de la Agencia Europea de seguridad Alimentaria (EFSA) y de una decisión política. Quizás se puedan acortar algunos plazos para, sin disminuir el nivel del rigor científico de la decisión, ganar unos meses que serían bienvenidos. No sé si existen márgenes de maniobra, aunque lo dudo fuertemente, en lo que se refiere a los Limites Máximos de Residuos en los cereales importados, pero la EFSA lo debería analizar con mucho cuidado. Estamos creando un precedente que puede tener gran importancia en un campo en el que la prioridad es la salud de los consumidores.

Si hablamos ahora de la demanda, para mí el principal problema se concentra en aquellos consumidores más directamente afectados por la subida de los precios de los alimentos, la franja más frágil de la población europea ya duramente golpeada por la crisis económica del 2008 y la más reciente de la Covid. A corto plazo, se puede reforzar la dotación financiero del programa europeo de apoyo a los más desfavorecidos, que contribuye a nutrir  las despensas de los bancos de alimentos en toda Europa.

Pero la hora ha llegado, aunque esto sea a medio plazo, de abrir el debate de un programa de apoyo más amplio. La principal partida presupuestaria de las leyes agrarias de los Estados Unidos es los “Food stamps”, un programa de ayuda a la alimentación de los americanos pobres. Si nos tomamos en serio esto de una política “De la granja a la mesa”, si consideramos de verdad que los consumidores son parte integrante y prioritaria de una política alimentaria, si estamos convencidos que la transición ecológica ha de ser inclusiva para no dejar a nadie atrás, es hora de plantearnos en serio un programa parecido, esto sí a la europea.

El debate ya ha empezado en Europa, particularmente en Francia, y estaría muy orgulloso que mi país sea unos de los promotores de este nuevo programa.

[1]https://www.euractiv.fr/section/agriculture-alimentation/news/lue-reexamine-les-objectifs-du-green-deal-pour-lagriculture-afin-de-garantir-la-securite-alimentaire/

[2]https://www.agronegocios.es/planas-la-guerra-en-ucrania-obliga-a-garantizar-la-seguridad-alimentaria-en-europa/

 

Desarrollado por eMutation New Media.