Defendiendo los regadíos, el Trasvase y sus regantes. Por Jaime Lamo de Espinosa

A muchos prohombres, fueran colaboradores de la Monarquía, de la dictadura de Primo de Rivera, del primer bienio o del segundo de la Segunda República, del régimen de Franco o de la democracia, les unió a todos el interés superior de la reconstrucción de España y del fomento de las obras hidráulicas y los riegos.

Defendiendo los regadíos, el Trasvase y sus regantes. Por Jaime Lamo de Espinosa

Por Jaime Lamo de Espinosa, director de Vida Rural.

Querido lector:

El pasado 10 de noviembre tuve el honor de presentar a Luis del Rivero en la Real So­ciedad Económica Matritense de Ami­gos del País, institución fundada en 1775 por Carlos III. Fue invitado a pronunciar una charla importante sobre su visión de lo que podría ser el futuro de los regadíos y la energía en España, utilizando como experiencia piloto los 40 años de explotación del trasvase Tajo-Segura.

Esta conferencia en esos momentos era oportuna porque todo lo que rodea a la política de regadíos está sometido a debate y en algunos casos absurdamente puesto en cuestión. Y además el Trasvase Tajo-Segura también es objeto hoy de gran polémica con protestas crecientes de los regantes de “la huerta de Europa”. De todo ello nos habló el ponente, gran ingeniero de caminos y gran agricultor de riego en aquella zona, con singular experiencia y conocimiento.

Tras exponer los antecedentes históricos que parten de Jovellanos, los centró realmente en la figura de Joaquín Costa y sus seguidores, como Rafael Gasset, varias veces ministro de Fomento e inspirador de la Ley de 1911 y comentó cómo las ideas de Costa llegan de una manera total al poder ejecutivo con la dictadura de Primo de Rivera y su ministro, Rafael Ben­ju­mea Burín, que se apoya en Manuel Lorenzo Pardo, figura ya conocida en aquel tiempo por sus actuaciones en los regadíos de Aragón. Este último propone la creación de las Confederaciones Hi­dro­gráficas como asociaciones público-privadas y Benjumea encarga la primera de ellas (Ebro) al propio Lorenzo Pardo, que vuelve a tener una idea genial, estableciendo el concepto de los embalses hiperanuales. Para ello proyecta el pantano del Ebro entre las provincias de Santander y Burgos, que regularía los riegos del Medio Ebro.

Con la caída de la dictadura y la entrada de la Segunda República, el ministro de Fomento, Indalecio Prieto, descubre en los regadíos del Levante uno de los motores para la prosperidad de España y encarga a Lorenzo Pardo un Plan Nacional de Obras Hidráulicas y la creación del Centro de Estudios Hidrográficos. Más tarde, en 1932, Clemente Sáenz expone la idea de conectar en los Montes Universales las cuencas del Tajo y el Júcar, utilizando el futuro embalse de Alarcón del Júcar como regulación de los envíos al Segura, idea que es recogida en el Plan Nacional de Obras Hidráulicas publicado en 1934.

Pasada la guerra, Peña Boeuf encargó la redacción de un Plan Nacional de Obras Públicas que incluyese la reconstrucción de las obras públicas devastadas por el conflicto civil y también el viejo Plan Nacional de la República de 1933, para lo cual se necesitaban los proyectos de los hiperembalses de Entrepeñas y Buendía, en el Tajo, y del Cenajo, en el Segura.

Esta breve semblanza nos recordó que muchos prohombres fueran colaboradores de la Monarquía, de la dictadura de Primo de Rivera, del primer bienio o del segundo de la Segunda República, del régimen de Franco o de la democracia, les unió a todos el interés superior de la idea de la reconstrucción de España y del fomento de las obras hidráulicas y los riegos. Otras figuras necesarias para llegar a la situación actual fueron, ya en la Transición, los ministros Joaquín Garrigues y José Borrell, con su plan de interconexión de cuencas que tantas veces he alabado, e intelectuales, tales como Juan Benet, ingeniero de caminos.

A lo largo de este largo siglo descrito y de lo realizado, disponemos hoy de 3,8 millones de hectáreas de riego, somos el primer país de Europa, hemos pasado de una capacidad de embalse de 2.000 hm3 a 56.000 hm3, medimos con precisión las aportaciones de los ríos nacionales por la existencia de las presas construidas en sus cauces, disponemos de energía hidráulica (10%), nuclear, eólica, fotovoltáica y termosolar y estamos integrados en un mercado de 465 millones de habitantes, hoy, que constituye el mayor mercado del mun­do en términos económicos, estando Es­pa­ña dotada de unas capacidades agronómicas extraordinarias del resto del mercado al cual pertenecen.

Y al tiempo, se han construido desaladoras, se captan importantes recursos de aguas subterráneas de forma equilibrada, pero vivimos en medio de un cambio climático que nos obliga a limitar los gases de efecto invernadero. Y los consumos reales netos de los ríos de España en abastecimiento, industria, turismo, refrigeración y sus recuperaciones, suman 20.000 hm3, de los cuales 15.000 hm3 pertenecen a la agricultura.

Partiendo de esas bases el ponente ex­puso sus dos originales y ambiciosas hipótesis que nos podrían llevar a utilizar 50.000 hm3 adicionales en la agricultura. Más del doble del consumo actual. Se trataría de aprovechar los ríos de España, como se aprovecha el Segura, y Del Rivero nos propuso hacer todo ello en dos escalones:

1) Un primer escalón de 26.000 hm3 de esos 50.000 hm3, de los cuales 2.000 hm3 procedentes de la desalación y en su conjunto con transferencia de cuenca de 6.000 hm3. Así se pondrían en regadío 5,2 millones de hectáreas adicionales que nos darían un total de 9 millones de hectáreas sobre una superficie cultivable en el país de 16 millones de hectareas. Todo ello supondría a la agricultura absorber 0,18 Gt de CO2 que sobre las emitidas totales por España (0,27 Gt), nos permitirían realizar estos planes con cargo a los fondos para re­ducir las emisiones de CO2 o absorber CO2 vigentes actualmente en Europa.

2) Y una segunda fase, ambiciosísima, 25 años después de estar en explotación el plan propuesto, se iría a otro escalón hasta llegar a otros 25.000 hm3 adicionales, lo que exigiría cambios profundos en el sistema energético, en las concesiones eléctricas hidráulicas, en ampliar la nuclear, y en una autoridad nacional coordinadora de dicho plan. Un sueño casi utópico, muy afín a Costa, que llevaría a España a poner en riego 16 millones de hectáreas, toda su SAU. ¿Sería posible?

Ello con sus positivos efectos en el reto demográfico, el empleo, las pensiones, la balanza de pagos, la deuda de España, la recaudación de IRPF, la disminución de gasto en aportaciones al paro, el incremento del impuesto de sociedades e IVA. Ya el primer plan nos igualaría en renta per cápita a Francia, superando a Italia. El se­gundo nos igualaría a Alemania, y en habitantes a Reino Unido, Francia e Italia.

Llegados a este punto, el ponente analizó el trasvase Tajo-Segura, juzgándolo como excelente en su comportamiento, tan­to en el pretrasvase, construcción de En­trepeñas, Buendía y Cenajo, como el trasvase propiamente dicho y las obras del postrasvase, tanto en su vertiente de regadíos como abastecimiento.

No hay que olvidar que la Ley de 1980 fijó como trasvasables los excedentes del Tajo, fijados en los futuros planes hidrológicos de éste que serían, tras las pruebas de las obras construidas, en 400 hm3 para el regadío, 110 hm3 para abastecimiento de las poblaciones servidas por la Man­co­munidad de Canales del Taibilla en la provincia de Murcia y Alicante hasta Be­nidorm, y 90 hm3 en pérdidas.

Pero cuando el trasvase comenzó su explotación en pruebas en 1979 (se inauguró con la UCD en la Transición), no existían las comunidades autónomas de Castilla-La Mancha y Murcia (1982), ni Es­paña había ingresado en la Unión Europea (1986), no se había aprobado la Ley de Aguas, siendo competencia exclusiva del Estado el agua que discurre por dos o más cuencas hidrográficas, no existía la Di­rectiva Marco del Agua del año 2000, la definición de los caudales ecológicos en la legislación española, ni las desaladoras que producen a mucho mayor coste que el agua del Trasvase, ni existían las teorías hoy predominantes en algunas partes de la Administración sobre la nueva Política del Agua. Ni finalmente el artículo 49 del Reglamento del Dominio Público Hi­dráu­li­co de 2016, que antepone el caudal ecológico a todo uso consuntivo.

Y aludió a las grandes discrepancias existentes hoy entre los regantes y el Ministerio a propósito de los trasvases que se van autorizando cada año, según los diferentes momentos del mismo, que casi siempre incorporan recortes que los hacen inferiores a los hm3/año inicialmente previstos. Hay, sin duda, una dura pugna abierta entre los agricultores y la Ad­mi­nis­tra­ción que debe tratar de resolverse. Y diferenciar entre lo que se atribuye en aguas para riego y las que van a otros destinos en las tres provincias afectadas o incluso fuera de las mismas con otras finalidades.

Las teorías de Del Rivero me afianzan en mi tradicional pensamiento de que “la agricultura española será de riego o no será”. Y que hay que seguir defendiendo los regadíos y con ellos el Trasvase y sus re­­gantes.

Esa fue la conferencia, mucho más amplia y detallada que este extracto. Pero ahora, cuando lo escribo, la batalla en el campo está abierta por los costes de los insumos, todos. Y así la diputada Gamarra ha presentado en el Congreso una proposición no de Ley sobre el impacto del coste eléctrico sobre la agricultura de regadío. Y, al tiempo, Asaja, Coag y Upa ya han anunciado un gran plan de movilizaciones dados los aumentos de los costes de producción “nunca vistos”… y piden “un re­parto más justo de del valor de los alimentos en la cadena alimentaria”. El campo vuelve a la carretera…

Un cordial saludo

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