Adolfo Suárez, el hombre que junto con el Rey llevó a España a la democracia

También hubo una Transición económica y agraria, desde una economía cerrada y lejana a la CEE a otra abierta, unida y adaptada a Europa, y en clave internacional y con leyes reonovadoras mcuhas de las cuales permanecen.

Adolfo Suárez, el hombre que junto con el Rey llevó a España a la democracia

Por Jaime Lamo de Espinosa. Director de Vida Rural.

Querido lector:

Pienso que mis lectores comprenderán que consagre esta carta a la memoria y el recuerdo de Adolfo Suárez, el presidente de la Transición, el hombre que, junto al Rey, hizo posible pasar de una orilla a otra del Rubicón y llevar a España a la democracia, a la Corona, a la Constitución y a la normalidad europea y contemporánea. Suárez es ya el político de la reconciliación, el consenso y la concordia, como reza su epitafio. Y un hombre del que fui buen amigo. Por eso estas líneas están, para mí, llenas de emoción, que soy cautivo de mi propio pasado, de aquella etapa en la que mi destino estuvo unido, por su voluntad, al de Suárez. Y nada me enorgullece más que pregonarlo como he hecho estos días.

Traigo aquí hoy el recuerdo de aquel hombre que de chico se había formado, jugado, correteado y estudiado en su pueblo de Cebreros y en Ávila. Pero que, de mayor, de presidente, gozaba de una virtud muy especial y rara en los políticos: sabía escuchar, escuchaba todo lo que se le transmitía, era sensible a los más variados comentarios. Y al final decidía con acierto. También escuchó en lo agrario -esa fue mi experiencia- porque era sensible a sus recuerdos de su vieja ciudad castellana.

En el tiempo que Adolfo Suárez fue presidente del Gobierno (julio 1976-febrero 1981) tuvo tres ministros de Agricultura: Fernando Abril Martorell (julio 1976 a julio 1977), gran amigo suyo desde los tiempos del Gobierno Civil de Segovia. Luego lo fue José Enrique Martínez Genique (julio 1977 a febrero 1978) que había sido antes presidente del FORPPA. Y más tarde -perdonen que deba nombrarme- Jaime Lamo de Espinosa, desde febrero 1978 y seguía siéndolo en febrero 1981 cuando Adolfo dimitió. Luego vendría la etapa de Leopoldo Calvo-Sotelo, donde muchas acciones iniciadas en la etapa de Suárez prosiguieron con otros tres ministros: Jaime Lamo de Espinosa (enero 1981-diciembre 1981), José Luis Álvarez (diciembre 1981-junio 1982), y José Luis García Ferrero (junio 1982-diciembre 1982). En muchos de esos años (febrero 1978 a septiembre de 1980) Fernando Abril Martorell fue vicepresidente económico del Gobierno y se preocupó siempre de los temas agrarios por su profesión y especialización.

Pues también hubo una Transición económica y agraria, desde una economía cerrada y lejana a la CEE a otra abierta, unida y adaptada a Europa, y en clave internacional y con leyes renovadoras muchas de las cuales permanecen. En aquel tiempo, también en la agricultura había que cambiarlo todo, como en aquel ejemplo que Suárez hizo popular, de cambiar en el edificio las cañerías y la energía sin que dejara de haber agua y luz. Y había que cambiarlo todo porque nada más ganar las elecciones de 1977, el 26 de julio de 1977, Suárez pidió a la CEE de entonces, hoy UE, el ingreso de España en Europa. No era fácil. Había que abrir unas negociaciones donde el capítulo agrario era uno de los más importantes y complejos. Pero además las políticas interiores no podían ser como las anteriores. Y la coyuntura económica no podía ser más adversa: inflación de dos dígitos, fuerte encarecimiento de la energía tras la I OPEP de 1973 y más tarde con la II de 1979, una economía entonces muy cerrada, una elevada inflación, más del 25%, alto nivel de paro (616.000 personas -en todos los sectores- pero muy fuerte el agrario en Extremadura y Andalucía -casi 90.000 personas-) y rentas decrecientes.

Adolfo impulsó en aquel contexto un fuerte cambio económico inicial de la mano de Enrique Fuentes Quintana como vicepresidente segundo y de Fernando Abril Martorell, vicepresidente tercero primero y segundo más tarde. Y de ahí nacieron los Pactos de la Moncloa que trajeron grandes cambios a la agricultura. De aquellos Pactos (octubre 1977) derivaron diversas acciones de enorme interés: acuerdos, leyes y acciones muy variadas. Previamente había sido desmontado el sistema sindical anterior, las Hermandades de Labradores y Ganaderos y se había instaurado una nueva estructura sindical no obligatoria, de base libre y con varias organizaciones tratando de ganar posiciones con tractoradas y otras acciones reivindicativas.

A lo programado en tales Pactos se añadió todo lo que se anunció en el llamado Programa de Cambio presentado en junio de 1979 ante el Congreso y que mereció la aprobación prácticamente general de todos los grupos parlamentarios. En él se tuvo en cuenta que caminábamos ya hacia la CEE y que había que adaptar las ordenaciones de campaña a las que ya eran moneda común en la PAC europea. Esas fueron las líneas de fuerza de los cambios que siguieron en muy pocos años.

Así, se celebraron las primeras -y últimas- elecciones generales a Cámaras Agrarias en mayo de 1978, participando en ellas las nuevas  Organizaciones Profesionales Agrarias que habían sido previamente reguladas; se aprobó la ley de Seguros Agrarios (diciembre de 1978), se negociaron precios agrarios multiproducto con los nuevos sindicatos agrarios en sesiones interminables, en 1978 y 1979, con acuerdo sobre casi todos ellos y produciendo una fuerte elevación de las rentas agrarias en los años sucesivos, se aprobó la ley de Arrendamientos Rústicos (1980), el Estatuto de las Explotaciones Familiares Agrarias y Jóvenes Agricultores (1981), la ley de Urgencia de Montes Vecinales en Mano Común (1982) de gran importancia para la agricultura cantábrica, la de Fincas Manifiestamente Mejorables (1979), la de Contratos Agrarios (1982), la de Agricultura de Montaña (1982), etc. Se dictó un decreto singular pero de gran trascendencia, el que regula las Sociedades Agrarias de Transformación -SAT- (1981) que aún sobrevive como casi todos los textos antes enunciados. Alguno, como la ley de Seguros Agrarios, se cita como ejemplo hoy en los institutos de investigación agrarios del mundo.

Además, se impulsaron los regadíos privados (unas 60.000 ha/año) pues no podían seguir siendo financiados por el presupuesto, tenían que pasar a ser más de orientación e iniciativa privada que pública; se adaptaron los decretos de regulación de campañas a la nueva PAC para que el encuentro entre ambas agriculturas fuera más fácil. También se forzó una política agroalimentaria por varias vías, desde el impulso a las DOs más allá de los vinos, incluyendo en ellas por vez primera las de aceite de oliva (Baena, Campo de Borja, Siurana, Sierra de Segura), jamones (Teruel), arroces (Calasparra) , múltiples quesos (manchego, Mahón, etc.) o vinos hoy notorios pero que entonces carecían de dicha protección (Rueda, Ribera de Duero, Somontano, Albariño, etc.).

Y se trabajó duramente para lograr que el Ministerio lo fuera de todo el sector primario, del sector FAO, lográndose primero la incorporación de la Pesca y más tarde, diciembre 1981, la creación el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.

En Conservación de la Naturaleza, se crearon o regularizaron las leyes de diversos parques nacionales o naturales. Fue el caso de Teide, Taburiente, Timanfaya, Covadonga, Tablas de Daimiel, Garajonany, Lagunas de Ruidera, Sanabria, etc. Se terminó el Inventario de Espacios Naturales, se ampliaron los medios aéreos de lucha contra el fuego mediante la ampliación del número de nuevos aparatos Canadair, se firmó el Convenio de Ramsar de zonas húmedas, y se elevó la cifra de repoblación forestal hasta las 100.000 ha/año, reduciéndose además las hectáreas quemadas/incendio pasando de 35,3 ha en 1979 a 23,5 ha en 1982.

El ajuste productivo también fue intenso. Aumentó fuertemente la producción de cebada (+27,8%) y maíz (+13,5%) y no se liberalizó el mercado de trigo y el SENPA para usarlo como elemento de negociación en la adhesión a la CEE como así hizo el gobierno siguiente. Algunos cultivos sufrieron una expansión notable, como la remolacha (alcanzó récords nunca superados después), algodón, tabaco, girasol, etc. Se aprobó un Plan Quinquenal del Algodón de notable éxito, un Plan de Reconversión del Olivar con ayudas directas al olivar -por primera vez en la historia- lo que frenó el proceso de arranque de olivos que se había iniciado en años anteriores, se aprobó el Estatuto de la Leche, etc. Y se comenzó a trabajar intensamente en los cultivos agroenergéticos.

Todos aquellos cambios condujeron a invertir el sentido de nuestra balanza comercial agraria cuya tasa de cobertura fue progresando año tras año, desde 75,6% al práctico equilibrio al término del periodo, gracias a las muy importantes exportaciones de cereales del año 1981 a la URSS, con más de 1,3 millones de toneladas, lo que convirtió aquella operación en un año récord histórico en nuestras exportaciones cerealísticas y, cómo no, a las crecientes exportaciones de vinos, aceite de oliva, hortofrutícolas, y reducción en las importaciones de soja, maíz, algodón, azúcar, etc.

En materia de investigación se llevó a cabo un potente Plan de Difusión Tecnológica con una fuerte política de especialización por centros regionales y así concentrar esfuerzos y recursos potenciando la eficiencia de cada centro. Quizás la mejor prueba de aquel éxito fue la obra del INIA de Burjassot de Valencia que logró crear los primeros plantones de agrios libres de tristeza que se entregaron a los viveristas y a partir de los cuales se pudo salvar la citricultura valenciana y española de tan temible plaga que amenazaba con arrasar los naranjales españoles. Al tiempo se evitó el tránsito de cítricos marroquíes por España.

Una preocupación esencial en la época fue abrir España a los grandes centros de decisión agraria internacional al tiempo que tratábamos de convencer a la CEE de que el ingreso de España no era una amenaza para los Estados miembros sino una oportunidad. A eso consagramos muchos esfuerzos todos los ministros de Agricultura viajando sin parar para visitar a los ministros de Agricultura de Italia, Reino Unido, Francia, Alemania), etc., y a los altos cargos de la CEE, Natali, Pizzuti, apoyando y siendo apoyados en todo ese proceso negociador por Leopoldo Calvo-Sotelo, muchos años ministro de Relaciones con la CEE cuya labor fue eficacísima y llena de aciertos, desde que comenzaron las negociaciones oficiales el 6 de febrero de 1979.

Le acompañé en muchos viajes y soy testigo de su buen hacer. También Adolfo Suárez que recibió en Madrid a todos aquellos a quienes le propusimos por su interés para esos fines: Edouard Saouma, director general de FAO; Josef Ertl, ministro de Agricultura de Alemania Federal, y otros muchos más, lista muy larga de enumerar. Esa política tuvo una amplia respuesta. Solo el parón de Giscard d’Estaing el 5 de junio de 1980 ante las Cámaras Agrarias francesas impidió que España entrara en la CEE bajo mandato de Suárez.

En aquellos años España ocupó la Presidencia de la XX Conferencia General de FAO en Roma en 1979, también la de Ministros de Agricultura de la OCDE y las Vicepresidencias del Consejo Oleícola Internacional y del Consejo Internacional del Trigo y firmamos un importante convenio con el Nobel de la Paz, Norman Borlaug, en México, para apoyar sus investigaciones sobre los trigos enanos que dieron origen a la llamada Revolución Verde.

El Ministerio contribuyó a la creación y funcionamiento de la nueva Presidencia del Gobierno instalada en Moncloa, cediendo edificios emblemáticos del mismo, como los llamados INIA o Semillas que aún siguen conservando tal denominación y que señalan claramente su procedencia.

Solo un hecho llenó de niebla, en la etapa de Calvo-Sotelo, aquellos años: la colza. El Ministerio fue, injusta e intencionadamente, imputado en el proceso que se siguió en la Casa de Campo a partir de 1988 pero, todo hay que decirlo, la sentencia no solo fue plenamente absolutoria hacia el Ministerio y sus cargos sino que elogió la eficacia con la que siempre había trabajado en esta materia, calificándola como ‘una actuación impecable’.

Habría que terminar estas líneas evocando a tantos y tantos colaboradores de aquellos Gobiernos y ministros, en el Ministerio o en las Cámaras, Congreso y Senado, que hicieron posible estos resultados. Pero hoy importa aquí resaltar que todo aquello pudo hacerse bajo el mandato de Adolfo Suárez -y más tarde con Calvo-Sotelo- gracias a sus modos y maneras de gobernar, siempre pensando en el bien común, en el interés general y en España. Por eso el pueblo español se ha apiñado estos días en las calles de Madrid alrededor de su féretro para recordarle y agradecerle su modo de gobernar y sus aciertos. Un modo y unos aciertos que hay que vincular siempre al Rey. Pues, a la postre, fueron, el Rey y Suárez, los que hicieron de España este país moderno, democrático y europeo donde hoy vivimos.

Que Dios tenga a Adolfo Suárez en su gloria.

Un triste saludo para todos.

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