Fertilización del maíz en regadío con un objetivo productivo elevado

La intensificación sostenible en agricultura puede ser una realidad en la producción de maíz si además de utilizar variedades híbridas altamente productivas se racionaliza la gestión de los factores de producción. En general, se observan grandes diferencias de producción en una misma área y por consiguiente las recomendaciones de abonado también han de ser distintas según las parcelas concretas. En este artículo se muestra cómo realizar una adecuada planificación del abonado del maíz en función del objetivo productivo marcado.

Fertilización del maíz en regadío con un objetivo productivo elevado

J.M. Villar, P. Villar, J. Rufat, M. Pascual. Universidad de Lleida-IRTA.

El primer aspecto a tener en cuenta en la planificación del abonado del cultivo del maíz es estimar el rendimiento que podemos alcanzar y el potencial de proteína en el grano. También es importante reconocer que alcanzar niveles productivos elevados implica un excelente manejo agronómico del cultivo lo que conlleva a un control exhaustivo del riego, de las malas hierbas, de las plagas y de las enfermedades.

El cultivo, según su estado de desarrollo, en función del tipo de suelo y de las condiciones meteorológicas, tiene una determinada capacidad de absorber agua y nutrientes. Además, hay que tener en cuenta que las aplicaciones excesivas tanto de agua como de nutrientes no solo no garantizan una producción y una calidad elevadas, sino que con toda seguridad van a tener un efecto negativo en el resultado económico. Por todo ello, una gestión adecuada del riego y de la nutrición será la clave del éxito.

La intensificación sostenible en agricultura puede ser una realidad en la producción de maíz si además de utilizar variedades híbridas altamente productivas se racionaliza la gestión de los factores de producción. Un factor de intensificación son las elevadas densidades de plantación, que para la producción de maíz grano en primera cosecha y para ciclos 700, son del orden de las 89.000 plantas por hectárea (0,7 x 0,16 m) y que en ocasiones alcanzan las 100.000 plantas/ha.

En general, se observan grandes diferencias de producción en una misma área y por consiguiente las recomendaciones de abonado también han de ser distintas según las parcelas concretas (Lloveras et al., 2012).

En general, en cultivos extensivos, y a efectos de balance, se considera de forma simplificada que el nitrógeno absorbido es el nitrógeno presente en la parte aérea del cultivo (materia seca de grano x concentración de N, más materia seca de tallo y hojas x concentración de N).

Como dato de partida es razonable por experiencias en el Valle del Ebro (Villar et al., 2016) considerar una absorción que varía entre 15 y 21 kg de N por tonelada de grano equivalente con un índice de cosecha (relación entre la producción de grano y el total de biomasa de la parte aérea) del 50% como dato de partida, especialmente en las nuevas variedades híbridas altamente productivas.

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